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Escrito por Karen Marely
en enero 04, 2023

Este Día del Periodista lo celebramos compartiendo una crónica muy especial escrita por Karen Marely, alumna de 5to semestre de la carrera de Comunicación, con la cual, ganó en el 3er Premio de Periodismo organizado por la Panamericana.

El trabajo de Karen, representa la esencia más pura de esta profesión: dar voz y mostrar las diferentes realidades que hay en México. Para que tomemos conciencia, para que aprendamos, valoremos y aportemos, en la medida de lo posible, a juntos construir un mejor entorno para todos.

Gracias Karen y gracias a todos los que ejercen esta profesión con tanta honestidad y orgullo.

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130 mil viven en pobreza extrema

A la espera de algún cliente…

Debido a la falta de empleo y oportunidades en Veracruz, personas de la tercera edad se ven obligadas a conseguir ingresos como vendedores ambulantes.

Por Karen Marely Rodríguez Pérez

Cada tarde, Santiago García, un señor de 58 años, se sienta a las afueras del Oxxo a la espera de algún cliente. Son la calle Boulevard Jarocho y los estremecedores ruidos de los camiones urbanos Chapultepec, los testigos directos de cómo la esperanza es lo último que muere para el vendedor de manitas rascadoras.

— Ya no te había visto por acá

Son las primeras palabras que escucho de don Santiago.

Al mismo tiempo que me saluda saca una botella de Coca-Cola medio vacía y le da un pequeño sorbo. La separa de su boca y me la muestra con orgullo.

— Mira, me la regaló un señor que iba pasando. Ya tengo tres días con ella y no dejo que se acabe —se queda mirándola unos segundos—. Le voy dando sorbitos para que me dure. Quién sabe cuándo me vayan a regalar otra —ríe bajito, como con pena.

Allí es cuando amablemente me comienza a platicar de su trabajo.

Con sonrisa inocente y una mirada semiescondida debajo de unos párpados caídos, el cuerpo pesado de don Santiago se deja descansar a la izquierda de la puerta principal del establecimiento. Siempre lleva la misma ropa: una camisa café con líneas beige, un pantalón de mezclilla un poco sucio de polvo, tenis con agujetas negras y su gorra café para cubrirlo del sol. En el hombro derecho carga una bolsa hecha de un costal de azúcar, la cual lo ayuda para transportar su material.

De forma generosa saluda a cada persona que entra a la tienda con la esperanza de que, con su amabilidad, convenza a la gente de que, al salir, se puedan tomar un momento para ver su mercancía. Su producto estrella son unas manitas rascadoras alargadas, tan populares que diría que cada habitante de la colonia ya cuenta con la suya. Los colores suelen variar: hay amarillas, azules, anaranjadas y las más famosas, son unas color verde limón, las primeras en agotarse y en surtirse.

 

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Cuando va al mercado Hidalgo, al centro de la ciudad, compra otro tipo de mercancía, como estropajos para cocina y cerillos, esos también se venden, sobre todo en temporadas navideñas como la de ahora. No compra muchos, solo unas tres piezas de cada uno. Los estropajos los enseña de dos en dos con la mano derecha en las mañanas, y por las tardes cambia la táctica por los cerillos.

La mayor parte del tiempo es común que la gente solo entre de volada a comprar a la tienda y no noten a don Santiago. Algunos lo perciben con la esquinita del ojo, pero su prisa no les permite detenerse ni un segundo. Los que lo ven solo pasan por estrechos momentos mientras que a lo bajito de su voz y acompañados de una seña con la mano le dicen a lo lejos: “Ahorita no traigo dinero, para la otra”. Es normal escuchar estas contestaciones, entiende que no todos quieren comprar sus manitas, pero siempre espera que sí.

Realmente no conoce el nombre de ninguno de sus clientes, jamás les pregunta. Ellos tampoco saben su nombre y eso que lo ven todos los días. En lo que las horas pasan, su vista logra distraerse viendo los distintos carros que dan vuelta en la glorieta que conecta con cuatro calles más. Le gusta recordar que siempre quiso comprarse un carro, sobre todo para llevar a sus abuelos a rodar al boulevard cerquita del mar. Piensa en el abrazo de su abuela y en la manera en que lo impulsaba a conseguir más dinero.

Veracruz cuenta con uno de los primeros lugares de pobreza extrema. A partir de 2010, y de la mano del gobierno de Javier Duarte, el porcentaje subió de un 16.8 a 17.7%. Alrededor de 130 mil veracruzanos ganan menos de lo necesario para adquirir la canasta básica de alimentos.  Además de no contar con un sistema de seguridad social que los ayude a tener acceso a servicios de salud, vivienda o pensión, según el informe realizado el presente año por Guillermo Fernández Sánchez, Secretario de Desarrollo Social.

Finalmente, alguien se detiene, una mujer de camisa azul con las letras Wilson de frente y un short blanco holgado, como si ese conjunto fuera su pijama. Don Santiago, como siempre, saluda:

—¿No le gustaría una manita rascadora? ¡Tengo de todos los colores!

La mujer sonríe, apenada, no lleva suficientes monedas como para comprar algo que tampoco necesita. Entra al Oxxo, sale con unos cigarros Marlboro rojos y con un gesto de caridad le pide una manita azul de $15 pesos y se mete a su carro. Es una historia común en el trabajo de Santiago, a veces siente que la gente le compra por caridad y no porque de verdad quieran sus productos.

Al llegar a las 23:00 horas es momento de irse. Recoge sus cosas y camina otra hora rumbo a su casa bajo la luz de los faroles. Su caminata es lenta, la edad ya no lo deja ser tan ágil como cuando salía a jugar futbol de pequeño. Mira de lado a lado con cada paso, recuerda que la vez pasada lo asaltaron con un cuchillo de cocina de aproximadamente unos 30 cm, mismo que apuntaba directamente hacia su costado derecho. Aterrado sacó de su bolsillo no más de 5 pesos, era lo único que traía en el pantalón.

—La gente es mala, inclusive con los que no tenemos ni a dónde caernos muertos —recuerda con dolor.

 

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Hoy logró ganar $60 pesos, puede darse el lujo de comprarse su torta favorita, una que hace su vecina Sofía, rellena de tres rebanadas de jamón de puerco y unos dos puñitos de queso de hebra. A veces le apetecen mejor unas empanadas de picadillo bien crujientes o unas quesadillas de papa, aunque su primera opción siempre será la torta.

Puede irse a dormir sabiendo que al menos generó más dinero que ayer y que hoy le fue bastante bien. No se queja, le gusta su trabajo porque de alguna manera es su propio jefe, y es lo único que le gusta hacer: vender manitas rascadoras. Fue un buen día en su vida, tal vez mañana no lo sea, pero mientras tanto solo le queda disfrutar de su torta de jamón con queso y mañana regresar al mismo Oxxo en espera de algún cliente.

 

 

Conoce más sobre la licenciatura en Comunicación

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