En ocasiones parece que el mundo va en nuestra contra y por más que nos esforzamos, no hay quien nos comprenda. ¿Quieres conocer una estrategia para salir de esa sensación? Sigue leyendo.
¿Por qué ocurre?
Todos nacemos con la dualidad razón y emoción; se trata de la fórmula que nos hace seres únicos, pero también complejos.
Seguramente habrás estado en un dilema entre razón y corazón, siendo muy complicado tomar una decisión porque sabías que —sea cual fuere tu alternativa— probablemente alguien saldría lastimado.
Esas disyuntivas nos acompañan durante toda la vida y conforme pasa el tiempo son más profundas porque hay mucho más en juego. Lo interesante del tema es que podemos enfrentar situaciones de este estilo con una poderosa herramienta: la inteligencia emocional.
Es una forma de construir relaciones sociales con más equilibrio. En otras palabras, se trata de un camino para ser más claros en expresar lo que necesitamos y dialogar con apertura sobre temas resbalosos ¡y con personas difíciles!
Recomendaciones concretas
En teoría suena muy bien, pero ¿cómo empezar a practicarlo?
- Distingue tus emociones. Cuando tenemos una o varias emociones encima puede resultar en una sensación muy confusa. Si aprendemos a detectar con claridad lo que nos ocurre es más fácil controlarlo. No es lo mismo sentirse frustrado que enojado, ni tampoco podrás manejar igual la tristeza que la euforia. Cada emoción requiere una detección y una estrategia de gestión. Esa punzada en el estómago no siempre es gastritis, a veces, es tu cuerpo gritando una emoción que no logras entender.
- No te enganches con las emociones de los demás. Si logramos reconocer nuestras emociones tenemos una doble ventaja: por un lado, podemos generar estrategias para matizarlas, y por el otro, aprendemos a distinguir las emociones de los demás. Esta habilidad es muy útil porque evita imantarnos de emociones que no deseamos cargar, por ejemplo, el amigo quejumbroso y pesimista terminará sumándonos a su emoción si no ponemos límites emocionales.
- Evita suponer. Cuando la emoción del otro no es muy clara, lo peor que podemos hacer es suponer lo que le pasa. Quizá tú supones que le caes mal al maestro y que por eso no te saludó en el pasillo, pero no te diste cuenta de que ese día traía un terrible dolor de cabeza y no te escuchó. Si queremos clarificar la emoción de otras personas (y sobretodo, evitar tomarlo personal), más vale acercarse y preguntar qué ocurre.
Estos son apenas los tres primeros pasos para trabajar en nuestra inteligencia emocional y mejorar el entendimiento con quienes nos rodean.
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