A lo largo de los años hemos podido ver distintas posturas sobre el ejercicio del liderazgo en las empresas, métodos de dirección y manejo de recursos, estrategias para mejorar el ambiente laboral y procesos para incrementar la satisfacción de colaborador mediante incentivos competitivos.
Sin embargo, a pesar de tantos cambios y reestructuraciones organizacionales, muchas empresas siguen presentando alta rotación de personal en estos días debido a la falta de líderes.
Durante mucho tiempo, el término liderazgo se ha relacionado erróneamente con la capacidad de ser seguido y no con la capacidad de organización para la consecución del bien común. Aunque pareciera que ambas percepciones están relacionadas, tienen radicales diferencias que distinguen el mal liderazgo del bueno.
Por un lado, la primera perspectiva se centra en el líder en sí, dejando de lado la meta a seguir y las personas que se requerirán para lograrlo; por otro lado, la segunda perspectiva no se enfoca en el líder, sino en la meta común y en el correcto trato con las personas.
Es aquí donde se establece la distinción más importante, puesto que el liderazgo depende completamente de un apropiado concepto de persona; o es conductor de manadas, o bien, liderazgo de seres humanos.
Ambas teorías tienen distintas maneras de ejercerse: mediante el poder y mediante la autoridad. Max Weber en Sobre la Teoría de las Ciencias Sociales, abarca y explica esta distinción de términos y con base en ella, se esclarecen las divergencias entre liderazgos.
Primeramente Weber afirma que el poder es la capacidad de coaccionar a alguien para que haga tu voluntad debido a tu posición o fuerza, incluso en contra de su propia voluntad. Es correcto, un autoritarismo. Si bien puedes lograr que las personas hagan lo que quieres, nunca podrás alcanzar la esencia del liderazgo: que quieran lo que tú quieres.
En segundo lugar, Weber nos dice que la autoridad es el arte de conseguir que la gente haga voluntariamente lo que tú deseas, mediante la correcta influencia y convencimiento (no persuasión ni manipulación) de la persona.
Únicamente mediante la voluntad de ambas partes, es como se puede conseguir un verdadero liderazgo, puesto que la voluntad es la única capacidad que el ser humano posee para converger sus acciones con sus intenciones.
Sólo mediante el ejemplo, el colaborador podrá querer seguir a un líder con el que se siente identificado, aumentando enormemente su desempeño organizacional, ánimo de levantarse a laborar todos los días y, por su puesto, su felicidad dentro de la organización.
En este punto es donde el factor económico deja de ser un incentivo indispensable, siendo sustituido y sobrepasado por el deseo de crecimiento y mayor responsabilidad, armonía y sinergia con sus compañeros.
Por otro lado en la Política de Aristóteles, cuyo argumento se basa en el concepto de retórica, es decir, la habilidad del gobernante para hacer verosímil lo verdadero, de presentar al súbdito la orden de modo que esta sea aceptada de manera libre y voluntaria, gracias a su utilidad, necesidad, racionalidad y conveniencia para él y para los demás (el bien común).
El liderazgo no se impone, se gana mediante acciones de bien y la persecución eterna del bien común. Sólo aquellas empresas que tengan líderes con autoridad y no con poder, podrán disminuir su rotación de personal, insatisfacción del colaborador e infelicidad, e incrementar resultados, armonía y crecimiento, tanto organizacional como humano.
“Hay un gran gozo en dirigir con autoridad, que consiste en servir a los demás satisfaciendo sus necesidades legítimas” James Hunter.
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