A lo largo del año el cristianismo vive lapsos en los cuales se festejan momentos importantes, como el nacimiento de Jesús o la aparición de la Virgen de Guadalupe. Sin embargo, el momento más importante es la Semana Santa, en la que se celebra la resurreción.
La Semana Santa es el período más importante para la religión cristiana ya que se conmemora la muerte y resurrección de Cristo, fundamento principal del cristianismo. Con esto, la mayor promesa que Dios le hizo a los seres humanos, quedó cumplida y se repite en cada Comunión. Sin embargo, conmemorar dicho suceso no sólo se queda en una mera celebración, va más allá de un simple recordatorio, pues enseña un nuevo modo de vida.
Son varios los momentos que Cristo vivió durante esta importante semana; pasó por traiciones, golpes, humillaciones y un último encuentro con sus apóstoles para finalmente sufrir su crucifixión y muerte. Y a pesar de todos estos hechos, al parecer, desahuciantes, el catolicismo cree que Cristo resucitó de entre los muertos para salvar a los seres humanos de sus pecados. Independientemente de que todos estos sucesos ya están de algún modo determinados (pues así era el plan de Dios), el sufrimiento de Jesús no se debe dejar a un lado. Hay que recordar que el tiempo en el que Cristo vivió entre los hombres se convirtió realmente en uno de ellos, al igual que nosotros sentía tristeza, alegría y enojo; padecía el dolor que le causaron sus heridas y tenía seres queridos.
La Pascua es la celebración que recuerda la resurrección de Cristo, la cual permitió que los hombres pudieran tener la salvación eterna. No obstante, la Pascua celebrada por los cristianos no es exclusiva de dicha religión, sino que también pertenece al credo judío. En el Antiguo Testamento encontramos testimonios en que se relata que el pueblo judío también se celebraba dicha festividad, aunque en un contexto muy distinto. Mencionaré los tres momentos de la historia en los que la Pascua fue y permanece vigente.
El primer momento remite a ciertos pueblos pertenecientes al Medio Oriente actual donde degollaban a un cordero antes de que algunos habitantes fueran a buscar nuevas tierras para el ganado. La sangre del animal era utilizada para rociar los palos que detenían las tiendas en las que acampaban, y así buscar que los buenos espíritus los guiaran y los protegieran. La relación que tiene con la Pascua judía, está en el sacrificio del cordero.
El segundo momento se trata de la Pascua judía, que es la celebración con la que se recuerda el castigo a Egipto y la huida del pueblo israelita; ésta también era celebrada matando a un cordero. En alguna ocasión la sangre de éste sirvió para marcar las puertas de las casas, lo cual evitaría que el ángel exterminador (un polémico y curioso personaje de las Escrituras) pasara por ahí a sacrificar a los primogénitos de cada familia. Aquí es importante decir que “pascua” significa “paso”, y también se puede entender como “salto”. Para aquella época judía, la Pascua era el paso hacia una nueva vida, en la que ya no estaban sometidos a los egipcios. Ese sentido de “paso” muestra una ligera semejanza que la Pascua judía tiene con la cristiana.
El tercer momento es el de la Pascua cristiana. En sus inicios recordaba la celebración judía, pues la influencia de la religión de Israel era abrumadora en el cristianismo primitivo. El sacrificio del cordero seguía vigente. Sin embargo, conforme pasó el tiempo los nuevos cristianos se dieron cuenta de que el cordero pascual es la representación del sacrificio de Cristo en la cruz. El mensaje que dejó era que su muerte significaba liberación religiosa y espiritual. Religiosa porque ahora Dios era un sujeto lejano (aunque en algunas ocasiones ayudaba a los hombres, como en la liberación de Israel). Dios era entendido como un ser que nada tenía que ver con nosotros, pues Él y los hombres son de naturalezas muy distintas. Si Dios se ocupaba de asuntos humanos era por su voluntad. Ahora los hombres se entienden como hijos de Dios, porque en Cristo se hizo como nosotros, y aunque todavía hay muchas diferencias, ya se establece una semejanza. Por el Amor que Dios tiene es que se interesa por los hombres. Dicho cambio espiritual trajo una nueva mentalidad o perspectiva acerca de cómo vivir, conforme Jesús lo había hecho. Jesús era el nuevo y verdadero modelo a seguir.
El “paso” que se dio con los judíos significó pasar del sometimiento egipcio a una vida libre que sirviera para adorar a Dios. Con el cristianismo ese “paso” fue hacia la liberación eterna, es decir, a que gracias al sacrificio de Jesús los hombres tienen la oportunidad de alcanzar la santidad si viven conforme a la voluntad de Dios. Es curioso que el judaísmo y el cristianismo mantengan el uso de la palabra Pascua para eventos históricos tan distintos, pero es posible realizar dicha semejanza a partir del uso del mismo concepto.
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