Casi 40 años han pasado desde el lanzamiento de El Retorno del Jedi, la última película de la trilogía original de Star Wars. Para los fans de la saga, viejos y jóvenes, las películas de la primera trilogía desencadenan una nostalgia abrumadora por regresar al origen. La misma que sufrió el legendario Ulises, paradigma del héroe nostálgico, quien pasó 20 años fuera de su natal Ítaca: diez años sitiando Troya y diez más intentando regresar, lejos de su fiel esposa Penélope y su hijo Telémaco. En griego, el viaje de regreso de Ulises —su Odisea— se dice nostos, y constituye la primera mitad de nuestra palabra ‘nostalgia’; la segunda es algos, y significa dolor. El nostálgico, entonces, es aquel que sufre por regresar a casa.
En cuanto a gustos, todos tenemos nuestras Ítacas: ese viaje a la playa que no se repetirá, esos tacos con amigos que nunca han vuelto a saber igual, o esa película que viste por primera vez con una fascinación inmensa y que intentas replicar cada vez que la ves nuevamente. Desde hace más de 2000 años sabemos que la nostalgia es una fuerza poderosísima, capaz de hacer a Ulises enfrentarse a la furia de los dioses y embarcarse contra viento y marea con la sola esperanza de recuperar la Ítaca que dejó 20 años atrás.
Recientemente se estrenó The Mandalorian, una serie ambientada en el universo de Star Wars que ha traído de nuevo a flor de piel la nostalgia por la saga. Desde el primer episodio son evidentes los intentos por revivir esa Ítaca lejana: las criaturas en un mercado alienígena se mueven torpemente, replicando la tecnología disponible hace cuatro décadas, y los títulos utilizan el característico color amarillo sobre fondo negro de los títulos introductorios en todas las trilogías. Quizás el mayor catalizador de la nostalgia es Baby Yoda, nuevo símbolo del renacimiento de Star Wars en la segunda década del siglo XXI. La preferencia de los fans de la serie por referirse a este personaje como ‘Baby Yoda’, en lugar de utilizar su nombre correcto ‘Grogu’, revela la añoranza por vincular una nueva experiencia con otra del pasado que se tiene guardada en el corazón.
Estas píldoras de nostalgia son armas de doble filo: las nuevas Ítacas calman nuestra nostalgia, pero solo evidencian lo que siempre hemos sabido, que Ítaca solo hay una. Quizá no es tanto el deseo de novedad lo que mueve el corazón humano, sino el anhelo por recobrar lo que alguna vez lo movió. La nostalgia de Ulises es tan avasalladora que, aun sin saber si Ítaca todavía existe, y si existiera, sabiendo que probablemente no será la misma, emprende una travesía cuyo final es terriblemente incierto. Al igual que él, no sabemos si alguna vez recobraremos nuestras Ítacas tal como las recordamos.
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