Hemos visto cómo, por amor, algunos renuncian a importantes títulos nobiliarios, otros construyen enormes y majestuosos mausoleos de marfil blanco. Por amor, unos abandonan su patria, otros tantos recorren diario de Tlalpan a Huixquilucan. Unos se cortan el pelo o van al gimnasio y, también, uno que otro construye realidades alternas delimitadas por campos de energía controlados por poderes hipnóticos y telequinesia.
A pesar de no existir Wandas Maximoff, todos tenemos el poder de construir nuestra WandaVision. Las personas solemos montar toda especie de teatros para proteger a los seres amados tanto del dolor de la realidad como de los horrores de uno mismo. Si bien no controlamos mentes de terceros y desaparecemos poblaciones enteras con poderes sobrehumanos, sí podríamos inclinarnos a sobrevender nuestros talentos, aminorar nuestras debilidades, idealizar a nuestra familia, incluso mantener secreto algún esqueleto en el closet. De alguna u otra forma, estas son maneras de pintar una realidad alterna.
El dilema sobre hacer ciertas cosas por amor, incluso mentir, es la versión romántica del conocido adagio “el fin justifica los medios”. Esculpir una falsa realidad para ser feliz y hacer feliz al ser amado puede ser muy tentador; sin embargo, los asegunes éticos se desbordan por todas partes. El más claro y evidente problema es privar a la otra persona de realidad. Nicolas Maquiavelo, el gran maestro de los príncipes renacentistas y políticos del PRI, propone una justificación para la mentira partiendo de la supuesta maldad natural del ser humano; de este modo la mentira funciona como una astuta forma de balancear la propia naturaleza, de suyo corrupta. Contra todo esto, el implacable Immanuel Kant afirma que la mentira es una forma de denigración brutal de la naturaleza humana. Nunca hemos de mentir, bajo ninguna circunstancia es aceptable engañar a otras personas y privarlos de la verdad. Y no se preguntaría: ¿incluso si nos preguntan dónde está nuestro amigo para matarlo? Según el filósofo alemán, si tu amigo se encuentra en tu casa, no deberías de mentir al asesino sobre ello.
Si complicamos las cosas y agregamos la variable del amor a la ecuación de la mentira podemos llegar a lugares muy oscuros. “Todo es justo en el amor y en la guerra”, dicen. Valdría la pena preguntar su opinión a los hijos de Medea, una esposa que amó demasiado y no fue correspondida.
Volviendo a Wanda, un buen debraye nocturno es preguntarnos si en verdad la ignorancia puede ser deseable (“Ignorance is bliss”). Mientras que la propuesta de ser feliz en la ignorancia puede resultar sugestiva para algunas personas, no es una decisión que debamos tomar por los demás. En el momento en que nosotros decidimos qué es aquello que ignorará el otro, nos encontramos violentando la libertad ajena. Las acciones de Wanda equivalen a crear un mundo de realidad virtual y encerrar a alguien para intentar ser feliz ahí para siempre. El Show the Truman, La vida es bella y WandaVision mienten igual, unos por interés propio, otros por amor. ¿Se justifica su mentira? Llevar al extremo a Kant y Maquiavelo nos ayuda a plantear el tamaño del problema, no sé si a resolverlo.
En fin, parece ser que a nadie le gusta ser engañado por otro; en dado caso, cada quien se engaña solo.
Déjanos saber lo que pensaste acerca de este post
Pon tu comentario abajo.