¿Te avergüenza tu segundo nombre? Te presento a Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde. Hoy -hace poco más de siglo y medio- nace el fascinante literato inglés. Nos encontramos ante un prolífico y elocuente autor el cual sella su sitio en la historia del pensamiento no sólo a través de sus obras, sino de su persona. Todos tenemos un amigo el cual resulta tan complicado describir que nos vemos en la necesidad de reducir la reseña a: “es todo un personaje”. Oscar Wilde era esa persona; y, si no le viene a la mente tal amigo, estimado lector, quizá sea usted.
A pesar de la distancia temporal que nos separa de Wilde, sus obras recogen circunstancias, personalidades, incluso valores relevantes para el lector contemporáneo. Pensemos en la personificación de la conciencia en El retrato de Dorian Gray. Wilde hace de la conciencia un personaje principal que, a pesar de la total ausencia de diálogo, dice demasiado. La evasión de la propia mirada ante la decepción y traición de uno mismo será un tema humano de vigencia persistente. Esto sin considerar la brillantez de la especulación filosófica disfrazada de conversaciones casuales, por ejemplo, entre té, sandwiches y caros abanicos de mano en la Importancia de llamarse Ernesto.
De los muchos eventos y circunstancias peculiares que marcaron la vida de Wilde, uno particularmente trascendente fue su no tan breve estancia en la cárcel. Wilde recuerda ser aconsejado una y otra vez situarse en un estado psicológico que le permitiera olvidar su deplorable situación de encierro. En su más exquisito texto, De profundis, Wilde reprocha semejante sugerencia y advierte que abstraerse de la realidad no es más que negar la propia alma: “To regret one 's own experiences is to arrest one' s own development. To deny one's own experiences is to put a lie into the lips of one' s own life. It is no less than a denial of the soul”.
De Profundis nace en una celda y conoce el mundo tras la muerte de su autor. En esencia el texto es una carta; una amplísima carta conformada por reflexiones acerca del amor, o, más bien, del desamor. Wilde en el encierro toma papel y pluma y convierte las cuatro paredes en un santuario creativo. Desborda las páginas con sentimientos profundos, su receptor: el papel; su ofensor no escucha sus reclamos, sin embargo, Wilde escribe.
“I don’t write this letter to put bitterness into your heart, but to pluck it out of mine. For my own sake I must forgive you.”
Su desfavorable situación amorosa lo lleva a regalar a la humanidad un profundo análisis sobre la intimidad y la entrega; sobre lo que significa verdaderamente amar, y, revela, dicho sea de paso, que él se encontraba lejos de dicho ideario,
Suffering -curious as it may seem to you- is the means by which we exist, because it is the only means by which we become conscious of existing; and the remembrance of suffering in the past is necessary to us as the warrant, the evidence, of our continued identity. Between myself and the memory of joy lies a gulf no less deep than that between myself and joy in its actuality”.
He escuchado, más de una vez, sobre reflexiones de cuarentena en esta misma línea. Parece ser que la ausencia de estímulos externos, así como el inherente silencio de un encierro, deja que los sentimientos salgan de su escondite y tomen asiento frente a uno. Wilde optó por escucharlos, ordenarlos y transformarlos en una obra de arte.
¿Qué ha hecho usted con sus sentimientos en el encierro? Por lo pronto, estimado lector, le aconsejo: si planea escribirle a su ex en cuarentena, por lo menos que sea a la Oscar Wilde.
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