El surgimiento de la Inteligencia Artificial es uno de los eventos más importantes en la historia reciente de la actividad económica e industrial. Es muy pronto para decir si nos enfrentamos a una nueva Revolución Industrial, la aplicación de nuevas tecnologías que transforman radicalmente los modos de producir y consumir; sin embargo, la IA tiene el potencial para transformar nuestra economía.
Los seres humanos somos inteligentes y flojos, hemos usado nuestra inteligencia, creatividad y habilidades para diseñar modos para obtener mejores resultados con menores esfuerzos. Nuestra historia es, entre otras cosas, la historia del desarrollo de nuevas tecnologías, procesos y métodos que nos permiten mejorar nuestras condiciones de vida y domar la naturaleza.
Uno de estos esfuerzos ha provocado que nuestros trabajos vayan evolucionando al ritmo que lo hace la tecnología. En general nuevas y mejores tecnologías son substitutos a nuestros músculos y fuerza humana. Una buena palanca o una serie de poleas permiten que un hombre haga el esfuerzo de varios, un tractor sustituye al arado manual o a los bueyes. Este fenómeno se potencializa en las Revoluciones Industriales (1820-1840; 1860-1914), donde a medida que la maquinaria y la tecnología avanzaba, el trabajo agrícola dejó de ser la principal ocupación de las personas y dio paso a la creciente industria y los servicios. La introducción de máquinas y la mecanización de los procesos productivos permitieron una mayor eficiencia y productividad en la manufactura, lo que a su vez generó una demanda de trabajadores para operar y mantener estas nuevas máquinas.
De las primeras máquinas hasta ahora hemos construido músculos mecánicos. La Inteligencia Artificial es una herramienta diferente, no está para sustituir nuestros músculos, sino para sustituir funciones cerebrales; es una mente mecánico. Nos enfrentamos a herramientas no construidas para única función, sino una que puede aprender, auto mejorar, superarse a un ritmo que la biología no logra igualar. Si las máquinas anteriores sustituyen el trabajo físico, la mente mecánica viene a ocupar trabajos intelectuales, creativos e imaginativos; funciones que hasta hoy eran exclusivamente humanas.
Muchas de las funciones que hoy las hacen personas, profesionistas bien preparados y eficientes van a ser realizadas por IA. No porque las personas no las hagamos bien, sino porque la IA lo puede hacer mejor, a menor costo, sin enfermarse, ni derechos laborales. Nunca antes habíamos vivido un fenómeno social y económico como este. ¿Qué hacer ante la posibilidad real de una transformación a fondo del trabajo humano? ¿Cómo enfrentar los cambios que nos deparan los siguientes años?
No es posible hacer una lista final de acciones específicas a seguir, pero sí una serie de estrategias generales que podemos aplicar. En primer lugar, debemos intentar entender la herramienta. Hace años el físico y divulgador de la ciencia Carl Sagan, describe nuestra época como aquella donde las personas dependen más de la tecnología pero la entienden menos. Debemos corregir esto, es fundamental entender cómo funciona la IA, quizás no a nivel de los expertos pero sí no ser un neófito. De ese modo podemos no solo saber lo que puede hacer, sino más importante lo que no, donde el elemento humano es necesario.
Al mismo tiempo siempre necesitamos un Plan B, por si un día la herramienta falla. Hay que saber cómo repararla, al tiempo que podemos hacer lo que ella hace. Por eso nos siguen enseñando a hacer operaciones matemáticas sin calculadora o a movernos a la ciudad en transporte público.
La estrategia más importante que podemos hacer frente a la IA es voltear la mirada hacia el elemento humano. Con todos los métodos y parámetros que la ciencia, tecnología e ingeniería hay que volver a prestar atención a nuestras facultades, comportamiento y motivaciones. El surgimiento de la IA nos obliga a romper las fronteras epistémicas o académicas que hemos levantado entre las distintas disciplinas y ciencias. Los futuros directores de organizaciones, profesionistas y emprendedores deben ser no solo capaces de entender procesos, métodos y tener conocimientos teóricos sino que necesitan complementar su formación profesional con el necesario factor humano.
Uno de los mejores ejemplos de esto, es la toma de decisiones. Todo ser humano, tiene que tomar decisiones toda su vida. No podemos evitarlo. Y las IA, junto con el resto de las herramientas digitales y físicas son grandes aportes a la deliberación que toda decisión requiere. Hay que saber usarlas y sacarles el mejor provecho. Pero hay que distinguir entre deliberación y tomar una decisión.
La primera es la etapa racional, donde analizamos, ponderamos y estudiamos las opciones sobre las que hay que definir. La segunda es la etapa de la voluntad, donde la persona ve los resultados de la deliberación y elige una, por motivos no siempre racionales o intelectuales. Nuestros prejuicios, sentimientos, sesgos y cultura influyen en la decisión que tomamos, al tiempo que debemos aceptar las consecuencias de esa decisión.
El texto fue escrito por el Mtro.(MBA) Fernando Villela, quien imparte la materia de Dirección de Empresas, a los ingenieros industriales de 8° semestre. Te dejamos el link para conocer más sobre esta ingeniería.
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