Sobre la autoridad
Prof. José Francisco Silvestre Montellano
Uno de los elementos formales que se mantienen entre generaciones es la duplicidad autonomía- heteronomía. En este caso nos importa que se mantiene claramente como una oposición viva dentro del ámbito escolar “tradicional”; en el modelo jerárquico de profesor-alumnado dentro de un aula. Para abordar ese problema ofreceré tres conceptos de autoridad: uno lateral, otro superior- jerárquico, y uno sintético.
Según los datos, los alumnos mencionan que para considerar la autoridad como cualidad de alguien necesitan tener claro que el orden jerárquico no les favorece a ellos, que tengan algo que aportarles (lo cual podríamos ver como cierta relación de dependencia) y que además la forma de conducirse sea con respeto. Eso abre la oportunidad para dos preguntas ¿consideraran los alumnos que sus coetáneos pueden llegar a tener autoridad sobre ellos? Y por otro lado ¿esperarán siempre los alumnos que los límites entre ellos y la autoridad sean tan claros, es decir, que les sean impuestos del exterior?
A la primera pregunta podría afirmar que sí que es posible que alguno de mis compañeros, en su momento, tuviera cierta autoridad respecto a mí, y no solamente dentro del aula, sino también respecto a ciertos asuntos morales. Pareciera que para los alumnos no es tan evidente que incluso entre ellos la autoridad puede brotar de manera natural. Existen los alumnos más aplicados, los más responsables del salón, pero para la mayoría de adolescentes son una alteridad ajena a sus propios intereses, significan para ellos una relación pasiva (no plenamente consciente) con cierta forma de autoridad, con lo cual queda descartada toda posible autoridad. La alteridad lateral de sus compañeros queda opacada por la autoridad directa y frontal de aquel que le es presentado como su “superior” y que sin embargo decide ignorar a ratos.
En la autoridad lateral, que he mencionado antes, la autoridad queda relegada por la ignorancia de la naturaleza de la autoridad misma; naturaleza que posibilita la aparición de la misma entre los “iguales” y que espera por una reflexión para volverse explícita y formativa. Por otro lado, la autoridad superior-jerárquica es el tipo de autoridad más antigua en la vida de consciencia de un adolescente, pues tiene sus orígenes en la arbitrariedad e impotencia que se le presenta al volverse consciente de la relación desproporcionada y de dependencia que ha mantenido con sus criadores.
Es difícil que el adolescente reflexione sobre los orígenes de la autoridad superior-jerárquica que representan sus padres o los adultos en general, incluyendo a sus profesores, por lo que también representa un problema el hecho de que tal autoridad aparezca ante él como un límite que no debe rebasar. Es decir, entiende que el profesor es su “superior”, pero no entiende por completo la razón de ello. Incluso es posible decir que, para el adolescente, el profesor es una figura deslavada de su figura paterna y ambas figuras no dejan de ser fuente constante de límites.
Según los datos de la encuesta los alumnos consideran que las autoridades entablan con ellos una relación de respeto teniendo como base implícita una relación de dependencia, es decir, el profesor tiene el conocimiento que el alumno no. De modo que es importante resaltar aquí que el respeto es clave para ofrecer un concepto de autoridad razonado, pues he mencionado que la percepción de la autoridad conlleva la presencia de limites o al menos de la interpretación de la autoridad como una fuente de límites. Por ello no está de más mencionar que la autoridad jerárquica puede convertirse fácilmente en una autoridad lateral, y por tanto ignorada por el adolescente, en cuando los límites no están bien definidos.
Debe existir una frontera clara de respeto entre un polo y otro dentro de la relación de autoridad, pues es claro que aquel polo del cual depende el otro también adquiere la responsabilidad de poner el ejemplo.
Nuestra labor como docentes impacta en los alumnos más allá de los tópicos de nuestras respectivas materias, esa transferencia de excedente muchas veces depende justamente de la forma en la que fijamos los límites del trato personal; del respeto. Como superiores conscientes en esa relación jerárquica de autoridad nos corresponde volvernos responsables del contenido de la relación misma de profesor-alumno, pues conocemos la metodología y el porqué de la enseñanza.
Tenemos una perspectiva mucho mayor del terreno que está en juego. Hemos vivido un poco más que el alumno, sabemos que los limites están puestos por su bien, estamos conscientes de ello, mientras que los alumnos habitualmente toman nuestra autoridad como algo meramente impuesto; sin ir más allá.
Si tuviera que contestar a la pregunta inicial de si la autoridad se mantiene diría que sí, pero que esa autoridad se sostiene sobre una noción de limitante. Los alumnos, en este caso, ven a la autoridad como un límite de su libertad, límite que dependiendo de su disposición previa llegarán a desafiar o a amoldarse. Si es que deciden desafiar los límites las razones son variadas y numerosas, por lo pronto podría asegurar la necesidad de reconocimiento y la imposición de voluntad.
Hasta este punto podría decir que la autoridad lateral puede ser considerada como más auténtica, pues requiere de una interiorización que si bien no siempre ocurre sí que es posible que suceda trayendo consigo elementos importantes de moralidad. El que ese tipo de autoridad sea ignorada por un adolescente la mayor parte del tiempo es también un área de oportunidad, tanto para él como para nosotros, pues no solamente le es posible al alumno llegar a aprender de sus compañeros y en el mejor de los casos aprender a trabajar en equipo, sino que también es un área de oportunidad para nosotros como profesores-alumnos en el sentido de que no nos haría daño romper en cierto sentido con la estricta autoridad jerárquica y mostrarnos como una alteridad lateral para ellos.
Con lo anterior me refiero a que podríamos romper con el hecho rígido de la relación jerárquica y proponer dinámicas donde el aprendizaje sea realmente grupal, empezando por presentarse ante los alumnos como un estudiante más. Con ello no me refiero a perder la barrera del respeto, sino a mostrar la misma disposición y pasión por el aprendizaje y el saber que todos en algún momento llegamos a sentir cuando fuimos más jóvenes.
Por último, me gustaría mencionar la necesidad de incluir a la empatía como necesidad básica humana dentro del fenómeno de una nueva autoridad sintética, a saber, de una autoridad que sintetice el respeto y la superioridad formal de cierta forma de autoridad, y la alteridad lateral propia de una posible autoridad entre los alumnos. La capacidad de sentir empatía por la situación del otro puede abrirnos las puertas a adoptar perspectivas que en muchos casos han quedado atrás, como aquella perspectiva inicial de asombro que cualquiera de nosotros llegamos a padecer y que nos ha llevado a dondequiera que estemos ahora. Habría que mantener esa empatía como llave de acceso a comprender y reformular nuestras relaciones de autoridad.