Los profesionales en neuroeducación, así trabajen en entornos clínicos o no, poseen un conocimiento especializado en la relación que existe entre la estructura del cerebro y el desarrollo y funcionamiento de los procesos cognitivos.
Su preparación y los recursos científicos con los que están familiarizados les permiten realizar diagnósticos precisos, proponer medidas de intervención e implementar estrategias pedagógicas para facilitar la educación y el aprendizaje de los estudiantes, o favorecer la eficacia de la labor docente.
Estudiar una maestría en neuroeducación puede ser una meta tanto desafiante como satisfactoria. La ayuda que proporcionan a personas e instituciones suele tener un impacto profundo en el porvenir académico de los individuos y en la efectividad académica de las escuelas.
Aquí hay cuatro beneficios más de estudiar esta maestría y hacer una diferencia en en el mundo con las competencias que aporta:
Una de las tantas ventajas de estudiar neuroeducación es la variedad de ámbitos en los que uno puede desenvolverse. Tiene la opción de enfocarse en diferentes áreas, actividades o proyectos de investigación.
Además de incidir directamente en el progreso de los estudiantes, diagnosticarlos u orientar a padres de familia o educadores, también puede dedicarse a la valoración o a la aplicación de estrategias para potenciar el proceso de aprendizaje.
Otro camino que a menudo siguen los maestros en neuroeducación es el de la investigación académica o la enseñanza superior.
Muchos de ellos diseñan herramientas para abordar o dar solución a múltiples tipos de trastornos que limitan la cognición. También les es posible elegir con qué grupos de personas trabajar, que no únicamente serían alumnos de nivel básico.
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De manera similar a lo expuesto en el punto anterior, los expertos en neuroeducación no se limitan a un mismo entorno de trabajo, que además puede ser el fruto de la iniciativa propia o, bien, un puesto diferenciador en una institución de renombre.
Aunque con frecuencia brindan un apoyo invaluable a instituciones educativas, también pueden trabajar en consultorios, clínicas, instituciones de beneficencia, organizaciones comunitarias e incluso centro de investigación.
Los neuropsicólogos educativos dedican tiempo y esfuerzo a ayudar a personas, ya sean niños o adultos, con varios tipos de afecciones, incluidos los trastornos genéticos y los retrasos en el desarrollo, por lo que esto conlleva una carrera gratificante.
TDAH, autismo y síndrome de Asperger, lesiones cerebrales, disgrafía, dislexia y demás trastornos del habla en niños y adolescentes, así como limitaciones socioemocionales, son algunos problemas para los cuales generan soluciones prácticas basadas en el respaldo de la investigación.
La mayoría de ellos no sólo diagnostican, sino que evalúan y miden el progreso de los individuos y buscan diseñar las mejores formas de optimizar el desempeño de las personas afectadas.
Aunque los rangos salariales varían mucho entre los profesionales en el campo, dada la importancia de su rol, pueden obtener un sueldo de entre $25,000 y $35,000 mensuales; cabe decir que algunos ganan menos y otros más.
Cursar un posgrado en neuroeducación es un camino sin par para quienes quieren continuar su educación en pedagogía y psicología o desean vincular sus capacidades con el conocimiento médico.
La Maestría en Neuropsicología y Educación de la Universidad Panamericana prepara a profesionales que dominan el conocimiento de los factores neuropsicológicos implicados en el proceso de aprendizaje y disponen de las competencias para dar soluciones relacionadas con los mismos.
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