Pon atención en el propedéutico, haz todas las preguntas que tengas, después de unos meses será considerado irresponsable no saber usar el buscador de la biblioteca. Llega temprano a clase, podrás conectar con tus compañeros y los irás descubriendo poco a poco. No te sordees de la integración con los demás, te garantizo que te arrepentirás después. No te dejes intimidar en clase, por más Nietzsche que se haya leído en preparatoria, en realidad todos llegarán igual de en blanco. Prepara las clases y toma apuntes, buenos apuntes, serán un arma irremplazable.
No te asustes con las clases de lógica, siempre habrá alguien peculiar en tu curso con habilidades natas, te podrá echar la mano a cambio de cigarros -o de tus apuntes de ética. Hablemos de griego y latín: tómalos en serio desde el principio; ponerse las pilas a medio semestre son patadas de ahogado. Para enamorarse de la lengua hay que comprometerse desde el comienzo. Usa la biblioteca, encuentra el tiempo para sentarte a leer y escribir. Quédate hasta noche, muy noche. Persevera hasta que logres hacerte una con el texto y experimentes momentos de claridad; de pronto, te descubrirás enamorada de un autor, de una idea o una obra. Participa en los coloquios y seminarios, no son más que fuente de aprendizaje y entrenamiento, su único fin es aportar y enriquecer tu formación.
Nunca olvides tu café para clase de 7, por más que Vicente sea el más entusiasta, y, - confirmo- será de los mejores profesores que tendrás en tu carrera académica, siguen siendo las 7 am. Acércate a Virginia y a Rocío, son de aquellas profesoras que asumen el rol de mentoras, te escucharán y aconsejarán. Agradece cuando Rivera vete tu participación, algún día te podrás expresar sin muletillas ni modismos innecesarios. Esfuérzate en clase de Zagal, un 10 en su clase representa mucho más una simple calificación, implica una vivencia de verdadera superación personal. Tu inutilidad en lógica difícilmente sorprenderá a Karen, coopera y te ayudará. Aprende de Majo y Piu, son verdaderos ejemplos a seguir. Participa en clase de Ross, procurará no dejarte mal parado. Escucha la retroalimentación de Leonardo, si te exige es porque sabe que puedes más.
Acércate a Salvador, hace no mucho estaba en tu lugar. Busca a Maria Elena, sus puertas siempre están abiertas.
Un día tendrás tus alumnos, y verás el aula desde otro punto de vista. Un día entenderás que no hay otro modo de explicar la causa formal aristotélica. Inténtalo. Volverás, con una risa nerviosa, a la “silleidad” de la silla. Un día revisarás ensayos, sabiendo que la calificación es proporcional al esfuerzo y disciplina detrás. “El que quiera salirse, adelante”, dirás, porque entenderás que la filosofía es sólo para el que la desea profundamente. Te perseguirán en tu discurso los dichos y ejemplos de tus profesores, haciéndolos, de algún modo, eternos. Un día te llamarán colega, sin embargo, el respeto y admiración hacia tus formadores aumentará, puesto que vivirás en carne propia los gajes del oficio. La amistad con tus compañeros filósofos será muy especial: de un modo u otro, alguna vez accedieron a uno de los rincones más profundos de tu alma.
Un día podrás volver hacia atrás y decir satisfecha, “no tengo la menor duda, lo haría de nuevo”.
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