Debería ser parte del cometido de las escuelas de negocios producir y difundir investigación -es decir, conocimiento- que tenga un impacto en el mundo de los negocios y el marketing.
Cuanto más en tanto que los académicos en escuelas de negocios suelen enseñarles a empresarios, así como a directores y líderes empresariales, actuales y próximos a ser.
Sin embargo, es preocupante que exista una brecha, documentada ya, entre administradores empresariales e investigadores en temas empresariales. Aunque este asunto pueda ser difícil de resolver, es uno que las escuelas de negocios (y los académicos en ellas) no deben ignorar.
Algunos equipos editoriales prestigiosos en el campo del marketing han solicitado que la investigación se vuelva más significativa y relevante para el mundo fuera del ámbito académico.
Para lo cual no basta con repetir que la academia se encuentra encerrada en una torre de marfil o que los gerentes simplemente son incapaces de apreciar toda investigación relevante. Ninguna de estas afirmaciones es universalmente cierta, ni mucho menos es útil.
Es importante reconocer que ya existen "practicantes reflexivos" en las empresas y "académicos prácticos" en las escuelas de negocios que buscan superar esta brecha.
También debemos reconocer que muchas revistas académicas tienen por objetivo publicar investigaciones que buscan “cambiar la mentalidad o la actitud" de los profesionales, y que profesionales en algunos entornos y partes del mundo sí consultan a los académicos.
No obstante, los incentivos y las oportunidades para cerrar la brecha son aún menores de lo que deberían ser, y estimularlos mejorará tal colaboración y generará tanto un impacto real como resultados valiosos.
Algunos obstáculos vigentes
Es posible que en las escuelas de negocios tengan que repensarse algunas de las formas en las que se incentiva y se recompensa a los profesores.
Por lo general, se insta a los académicos a publicar en revistas prestigiosas, que llevan a cabo procesos tardados de revisión y, a menudo, solicitan artículos con un nivel alto de especialización, lo que les impide a gerentes hábiles poner en práctica dicho conocimiento.
En ocasiones, durante el tiempo que tardan las investigaciones en ver la luz, debido a los largos procesos editoriales, los empresarios han resuelto el problema por cuenta propia o sus preocupaciones han cambiado de rumbo.
Además, no demasiadas escuelas de negocios alientan a sus profesores para que se relacionen con empresarios de forma regular como parte de sus responsabilidades laborales.
Si los profesores de estas escuelas no se comunican con las personas que dirigen negocios, consecuentemente se perderá una gran cantidad de valor potencial en el intercambio de ideas y experiencias (en ambas direcciones).
De hecho, aunque publicar en revistas académicas los ayude a ascender en las filas de una escuela o facultad, no puede decirse lo mismo de la investigación que influye en la práctica mediante el compromiso con la comunidad empresarial.
Propuestas y conclusiones
La investigación se torna mejor y más interesante cuando académicos y profesionales unen fuerzas.
Conviene que los centros de liderazgo intelectual se comprometan con la investigación, el desarrollo y el intercambio de nuevos conocimientos y enfoques con el fin de transformar a las organizaciones empresariales.
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Del mismo modo, los estudiantes deberían poder beneficiarse de adquirir experiencia empresarial práctica que puedan llevar al aula y con la que desafíen a sus profesores a través de preguntas oportunas.
Las escuelas de negocios pueden tender un puente entre el conocimiento académico y la práctica en negocios, pero se necesita de la voluntad de ambas partes para que se involucren entre sí. Como resultado, se reducirían las barreras para realizar investigaciones en colaboración con la industria.
El camino ideal también requiere que los directivos de las escuelas de negocios y las universidades reconozcan y apoyen a los profesores en sus esfuerzos por participar e influir en la práctica. Debe alentarse a los académicos a hablar con empresarios sobre la investigación y a colaborar activamente con ellos.
Si una cultura de colaboración e intercambio de conocimientos entre académicos y profesionales de la investigación se arraiga más en estas escuelas, la academia de negocios tendrá un impacto más fuerte sobre su principal actor no académico, la comunidad empresarial.
La colaboración académico-profesional debe volverse más común, y los gerentes deben consultar con regularidad a sus contrapartes académicas para abordar problemas que carezcan de respuestas inmediatas.
Tal hábito estará impulsado tanto por el respeto hacia la capacidad intelectual de los profesores, como también por soluciones oportunas a problemas prácticos.
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