Podemos hablar eternamente de lo mucho que las personas necesitan del conocimiento filosófico, así como del gran favor que este saber haría a los gobiernos y comunidades del mundo. También, sobre los grandiosos beneficios de conocer lenguas antiguas, lógica y metafísica. Sin embargo, parece que solemos pasar por alto un detalle: la gente quiere filosofía en sus vidas (aunque algunos aún no lo sepan). La inclinación al pensamiento filosófico es real, pero se manifiesta de distintas maneras dependiendo de las personalidades y circunstancias.
Desde temprano en la facultad de filosofía en la UP me di cuenta de este revelador hecho, y lo sigo comprobando hasta el día de hoy: la gente tiene hambre de filosofía. Si bien es cierto que algunas personas tienen la espina filosófica más aguda que otras (y, como un talento, algunos lo hacen mejor que otros), la filosofía es un destino inevitable para la mente y, las preguntas existenciales parecen ser el punto de reunión.
Cada quien da con debrayes y preguntas existenciales a su manera. Me atrevería a dibujar una serie de perfiles filosóficos de las personas:
- Para los inquietos existenciales, las preguntas existenciales suelen ser un enigma intrigante por resolver. Incluso, la idea de que dichas preguntas no tengan respuesta produce una sensación agridulce profundamente atractiva y adictiva. Se fascinan mirando al abismo los ojos, así como plantarse frente al horizonte interminable de nacientes preguntas.
- Existen curiosos natos cuya aproximación a las preguntas existenciales parte de conceptos comunes como la muerte, el arte, la soledad, la libertad y el amor. Del mismo modo, agregaría en este perfil a los inclinados a las ciencias, los relacionados con los quehaceres de las ciencias naturales o experimentales suelen encontrarse con fenómenos inquietantes que detonan preguntas existenciales brutales. Estos conceptos de suyo reclaman ser reflexionados y contemplados, simplemente se requiere cierto grado de curiosidad para escuchar el clamado.
- Frecuentemente me encuentro en el aula con aquellos aparentemente indiferentes a las cuestiones filosóficas. “Eso de la filosofía neta no es lo mío”, advertencia comúnmente sustentada por su relación complicada con el hábito de la lectura. Los supuestos indiferentes lo son hasta enfrentarse con un tema de su directa incumbencia, algo que sacude profundamente su atención por lo mucho que la cuestión les dice algo de sí mismos.
- Hay también personas que al haber vivido experiencias límite como lo es una pérdida, un accidente, incluso un evento milagroso, se inclinan a la existencia con la firme convicción de encontrar respuestas; emprenden una incansable búsqueda de la verdad a partir de su experiencia.
La filosofía se prepara de muchas maneras y a cada quien le sabe distinto. Sin embargo, parece que todas las personas tarde o temprano recorren sus lares, como se vio, unos con mas frecuencia o naturalidad que otros. Estudiar filosofía me proporcionó de algún modo un mapa de su historia, conceptos, lenguaje y método, riqueza que reclama ser difundida y compartida. El filósofo tiene chamba, la cual en parte consiste en señalar el hambre innata -identificada o no- de este hermoso saber.
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