Toda sociedad necesita un punto de encuentro, los griegos lo tenían, se llamaba ágora.
Decir que el ágora de los griegos representaba tan solo un punto de reunión queda muy corto; en realidad, ἀγορά refiere al espacio físico donde nace la democracia, donde se comerciaban productos e ideas de las culturas más antiguas que navegaban el mar mediterraneo; donde chocaron ideologías y se desarrolló la filosofía, donde se presentaban los más renombrados oradores y sofistas; centro cultural, deportivo y espiritual de la cuna de la cultura occidental. El ágora era el espacio público por antonomasia.
Pensar en el espacio público hoy en día es una suerte de paradoja. Pensemos en nuestras comunidades actuales: ¿dónde se llevan a cabo el vaivén político y los tratos comerciales más importantes?; ¿dónde se presentan los más renombrados oradores? En realidad, estas acciones e intercambios sociales se llevan a cabo, en gran medida, en un ecosistema público pero no físico. Nuestro espacio público es la web, y el punto de reunión son las redes sociales.
El lugar en donde estar hoy es Twitter, Facebook, Instagram, Linkedin y TikTok. Estos sitios son la asamblea global (al menos del llamado “bloque occidental”). Ahí nos reunimos todas las mañanas (como mínimo), a dialogar, debatir, intercambiar ideas y puntos de vista, recibir noticias, comprar, vender y emprender. El punto de reunión ha migrado de ser un espacio físico central en la comunidad a un ecosistema digital con sus propias reglas de convivencia y dinámica social.
Hay más. Un reciente artículo sugiere una relación entre las redes sociales y la pirámide de necesidades de Maslow.
El sentido de pertenencia y relaciones afectivas se ven alimentados por Zoom, Facebook, Whatsapp y aplicaciones relacionadas con diálogo y contacto directo. Temas de autoestima y expresión de la identidad se da en Instagram y Twitter, y, por último, la auto-actualización y búsqueda en Pinterest, Youtube y LinkedIn. Seguro Tiktok respondería al simple pero fundamental deseo de entretenimiento. El tiempo libre puede ser muy cruel.
Podríamos hablar horas de cómo la pandemia ha acentuado esta situación, pero eso ya lo sabemos. Lo que de pronto no sabemos es torear este espacio público con gracia. Se me ocurren dos grandes focos rojos para reflexionar sobre nuestra peculiar ágora:
- Un griego salía del ágora, tu tienes tu celular en tu bolsillo. Un griego tenía su casa, su esfera privada, tu metes tu celular a la sala de baño. La línea entre la esfera pública y privada no está tan clara, las categorías han cambiando y nuestro modo de relacionarnos también.
- Sócrates no podía bloquear a Protágoras. Tú, en cambio, puedes bloquear de tu ecosistema a quien gustes y recibir información filtrada, creando una realidad que acomode tus intereses y puntos de vista.
No seamos peces que ignoran estar en el agua. Nademos, conscientes de lo que nos rodea, utilizando estas herramientas para crear ecosistemas digitales sin smog y contaminación, sino con claridad de diálogo, apertura y cordialidad.
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