Al hablar sobre la corrupción, no podemos limitarnos únicamente a hablar sobre el ámbito gubernamental, ya que es de igual importancia considerar su incidencia en el sector privado.
Este fenómeno distorsiona el mercado y la competencia, atenta contra los principios éticos que deberían guiar la actividad comercial y propicia una cultura dañina para la sociedad en su conjunto.
¿Qué tan grave es la problemática?, ¿es un mal necesario?, ¿cómo puede enfrentarse la corrupción en el ámbito empresarial? A continuación, buscaremos responder brevemente a estas interrogantes.
Datos alarmantes
Según una encuesta realizada por Data Coparmex y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), en 2023, el 48% de las empresas reconoció haber realizado actividades deshonestas en el último año, un incremento significativo respecto al 39% reportado en 2022.
De acuerdo con el Sistema Nacional Anticorrupción entre los principales esquemas de actividad ilícita empresarial se encuentran:
- Pagos indirectos a través de socios comerciales
- Pagos indebidos a través de nómina
- Regalos, viajes y entretenimiento indebido
- Sobreprecio o soborno
- Deficiencia en el control de tesorería
Los presentes datos reflejan no solo un aumento en la frecuencia de la corrupción, sino también una mayor percepción de esta como una práctica casi institucionalizada en el ámbito empresarial mexicano.
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Un desafío ético
Las organizaciones que participan en este tipo de actividades traicionan la confianza de sus clientes y empleados, a la par que contribuyen a la perpetuación de un sistema injusto y desequilibrado.
Un sector privado que cae en estos modelos envía un mensaje terrible y falso a la sociedad: que el éxito se obtiene a través de la deshonestidad y la manipulación, no mediante el mérito y la integridad (“el que no tranza no avanza”).
El argumento de que "el fin justifica los medios" es una peligrosa falacia. Aunque algunos puedan argumentar que las prácticas ilícitas son necesarias para mantener la competitividad o asegurar el crecimiento, esta lógica es inherentemente defectuosa; debe ser cuestionada y superada.
Dicha mentalidad retroalimenta un ciclo de abuso y engaño mientras desvaloriza los esfuerzos de aquellos que eligen operar con integridad.
Operar con responsabilidad
La corrupción puede proporcionar ventajas inmediatas, pero sus efectos a largo plazo son devastadores. Es crítico que el sector privado no anteponga los bienes financieros sobre la perspectiva moral, puesto que tiene un compromiso social que va más allá de la maximización de beneficios.
Las empresas han buscado operar con menor intervención del Estado, pero dicha libertad implica una gran responsabilidad. Sin principios que guíen de manera adecuada sus decisiones comerciales, cualquier ganancia económica es, en última instancia, insostenible y dañina para el tejido social.
Sin embargo, este flagelo parece atravesar las instituciones públicas y privadas desde las esferas más altas a las más pequeñas. ¿Qué hacer entonces?
Hacia una cultura anticorrupción
Para abordar esta problemática, es necesario que se adopte una postura firme y proactiva en contra de la deshonestidad.
Las corporaciones tienen que tomar la iniciativa en la creación de un ambiente donde la ética no sea solo una palabra de moda o conveniente de usar sin convicción, sino un elemento esencial que se traslade al carácter de la institución misma.
Esto incluye la adopción de códigos de conducta claros, la capacitación continua en deontología y la promoción de una cultura donde la denuncia de malas prácticas sea respaldada y protegida.
Las medidas punitivas son igualmente cruciales. Las sanciones deben ser lo suficientemente severas para disuadir a las personas de considerar la corrupción como una opción viable.
Esto podría incluir multas cuantiosas, prohibiciones comerciales y, en casos extremos, la disolución de entidades culpables. Además, la colaboración internacional es decisiva, ya que dicho fenómeno a menudo trasciende fronteras y requiere de una respuesta global coordinada.
La lucha contra la corrupción en el sector privado es una batalla por la construcción de un capitalismo más ético.
Solo mediante un compromiso decidido con la transparencia y la responsabilidad se podrá construir un sistema económico que no solo sea eficiente y competitivo, sino también justo y equitativo.
La corrupción no es solo un problema legal o económico; es, en última instancia, un desafío moral que precisa una respuesta contundente y sostenida.
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