Ante la amenaza del COVID-19, las economías en todo el mundo se han contraído. A la vez, se ha buscado ampliar los presupuestos gubernamentales para responder a la crisis de salud, abordar el creciente desempleo y permitir que las cadenas de suministro repongan los bienes básicos.
Dado que ha habido una disminución en materia de recursos, la necesidad de prevenir la corrupción pública y privada se ha vuelto más urgente que nunca.
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Tres problemas surgidos a raíz de la pandemia
De acuerdo con la Dra. Heather Marquette, profesora de Política del Desarrollo en la Universidad de Birmingham, son tres las cuestiones principales que sobresalen al respecto.
La primera es la combinación de la amplitud y la complejidad de la crisis, más la necesidad de una respuesta rápida. El problema con el COVID-19 se encuentra tan extendido en múltiples áreas que incluso los gobiernos con mayor capacidad están batallando por responder a un ritmo aceptable en todas ellas.
Se han tomado malas decisiones y las regulaciones se han flexibilizado. Como consecuencia, se han otorgado cuantiosos contratos sin licitaciones competitivas ni controles adecuados. Todo ello genera oportunidades para que la corrupción prospere.
Robert Klitgaard ideó una ecuación clásica que resume un matiz de la corrupción así: “corrupción = monopolio + discreción - responsabilidad”. A partir de la exigencia de una pronta respuesta humanitaria, también han surgido varios proveedores monopolistas de la noche a la mañana.
Los ventiladores y demás suministros médicos, por ejemplo, -dado su valor en un entorno como el presente y su fácil portabilidad- se han vuelto susceptibles tanto a la corrupción como a la intervención del del crimen organizado. Para garantizar que los equipos médicos lleguen a los hospitales se requiere mucha vigilancia.
La segunda cuestión es la del oportunismo. Las crisis conllevan oportunidades, y cuanto mayor es una crisis, más ambiciosos y abundantes los oportunistas.
El mercado de suministros médicos constituye una posibilidad idónea para las organizaciones criminales que buscan expandirse a nuevos mercados.
Y existen problemas de esta índole con productos falsificados, ventas ilícitas en línea, fraude, etc. Hospitales mal construidos, equipo de protección personal defectuoso, facturación errónea, venta de medicamentos en línea: la lista es interminable.
Urgen análisis -y las herramientas para efectuarlos- a corto, mediano y largo plazo sobre los modos en que los oportunistas pueden aprovechar esta crisis.
La tercera cuestión consiste en la "funcionalidad de la corrupción". La investigación ha demostrado que la corrupción también persiste porque cumple funciones importantes, en particular en entornos de escasos recursos.
Un ejemplo de esto (antes de la crisis de COVID-19) son los sobornos en la atención médica. Algunos trabajadores de la salud son fácilmente sobornados por estar mal pagados: no tienen más opción que exigirlos o aceptarlos para completar sus salarios y cubrir necesidades básicas como alimentos, agua y vivienda.
De manera similar, un paciente que busca tratamiento cuando no hay suficientes médicos, enfermeras, camas, máquinas o medicamentos disponibles puede ofrecer sobornos o pagarlos, si se le solicitan, para acceder al tratamiento.
Conclusión
Ante tal situación, denunciar públicamente a la corrupción y alzar la voz en torno a sus manifestaciones ha llegado a ser más importante que nunca. El papel del periodismo ciudadano es vital, en especial debido a los problemas financieros o políticas a que se enfrentan los medios tradicionales de comunicación.
Las personas que aborden nuevas vías de corrupción o criminalidad también cometerán errores (como todo novato). Esto dará lugar a oportunidades para que la sociedad civil concientice a otros miembros de la misma en contra de quienes se beneficien ilícitamente de la pandemia.
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