Si bien los modelos administrativos y sus teorías se han modificado a lo largo de la historia a través de diversas coyunturas, es en las últimas décadas que esta ciencia social ha encontrado cambios acelerados y complejos como en ningún otro momento de su evolución.
El fenómeno de la globalización alcanzó su mayor auge en la segunda mitad del siglo XX, y a partir del nuevo milenio las tecnologías digitales y las necesidades socioambientales han dado cauce a nuevos paradigmas en las ciencias sociales.
Además, la pandemia por COVID-19 intensificó el proceso de transformación de las instituciones comerciales y económicas.
A continuación, exploraremos cómo estos factores han influido en la gestión empresarial. El objetivo es ampliar la comprensión de la administración del siglo XXI como una ciencia técnica que responde con adaptación, innovación y flexibilidad ante un entorno caracterizado por su complejidad y dinamismo.
Nuevas teorías y pensamiento administrativo
En los años ochenta, comenzaba a vivirse un momento histórico marcado por la apertura de mercados entre naciones, la consolidación de bloques comerciales (como la Unión Europea o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y una competencia internacional sin precedentes.
Al mismo tiempo, la informática y la microelectrónica mejoraban la manera de producir y comunicarse a distancia. Los trabajadores, ante tales revoluciones, reclamaban no perder su participación en la producción, pero también proponían integrar la diversidad e innovación en los espacios de trabajo para obtener mayor eficiencia y mejores condiciones laborales.
Este cúmulo de factores evidenció los límites de los modelos administrativos tradicionales que habían dominado hasta entonces, puesto que se basaban en la planeación a largo plazo y el control jerárquico. Eran útiles por su constante estabilidad hasta entonces, pero insuficientes en escenarios de volatilidad.
A ello se sumaron hitos históricos como la caída del Muro de Berlín, el auge del management japonés basado en calidad total y mejora continua, y la rápida expansión del internet en la década de 1990.
Fue en este momento que tomó fuerza la visión de la organización como un sistema abierto, en permanente intercambio con su entorno. Este nuevo enfoque impulsó un pensamiento administrativo más flexible, capaz de aprender y adaptarse en el tiempo.
Las metodologías ágiles (trabajo en ciclos cortos, revisión constante y ajustes rápidos) y Lean management (eliminación de desperdicios, optimización continua y eficiencia adaptativa) representaron una nueva forma de producir.
Las organizaciones que lograron prosperar fueron aquellas que entendieron que había que adoptar un modelo de adaptación constante como condición indiscutible de supervivencia.
Transformación digital y conocimiento
Con la llegada del nuevo milenio, la administración entró en una etapa definida por dos grandes aspectos:
- Tecnología digital: la llamada administración del siglo XXI no se explica sin la irrupción de internet, la expansión de dispositivos móviles y el crecimiento de la inteligencia artificial y el Big Data; tecnologías que triunfaron por su gran capacidad para optimizar procesos y ampliar la comunicación, el alcance de ventas y el almacenamiento de la información.
- Gestión del conocimiento: las empresas entendieron que su ventaja ya no se concentraba en los recursos materiales, sino en la habilidad de obtener información y convertirla en aprendizaje organizacional para orientar sus decisiones.
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Competencia internacional
Hoy, competir significa entrar en un tablero de escala mundial donde juegan empresas de todos los tamaños y orígenes, lo cual obliga a las marcas a aprender distintos marcos regulatorios, lenguas y culturas al mismo tiempo.
Coordinar operaciones en Asia, Europa y América es posible para medianas empresas y no solo para las transnacionales, lo que supone una oportunidad de crecimiento y mayor competencia.
Las cadenas de suministro se parecen más a redes que a líneas rectas, con eslabones que se fragmentan y se recomponen según convenga.
De aquí que surja el concepto de “glocalización”: sostener coherencia global mientras se atienden las diferencias locales. Un ejemplo de ello es Netflix, una plataforma de streaming con el mismo servicio en todos los países, pero que produce series y películas propias de cada zona para atraer a la audiencia local.
Reinvención del liderazgo
El liderazgo en las organizaciones del siglo XXI poco se parece al de las décadas anteriores. La figura del jefe autocrático que dicta órdenes desde la cima de la pirámide perdió sentido en un mundo donde los equipos son más diversos, trabajan a distancia y demandan autonomía.
De hecho, en la actualidad se espera que el directivo sea un facilitador: alguien que escucha, acompaña y sabe generar confianza. Sus competencias clave también son diferentes:
- Inteligencia emocional
- Visión intercultural
- Capacidad para la resiliencia
- Pensamiento creativo, crítico y complejo
En muchos casos, su función es la de un orientador que inspira con el ejemplo más que con la autoridad formal, y lo hace a través de una comunicación asertiva y positiva, puesto que la empatía y la agilidad para reorganizar prioridades se volvieron cruciales en las sociedades democráticas.
Por otro lado, un líder eficaz comprende el impacto de la tecnología en su sector y cultiva un perfil T, que le dota de conocimientos y habilidades integrales en diversas áreas como tecnologías, ciencias y ética, mientras se especializa en la dirección empresarial o en el rubro de su marca.
Impacto de la pandemia en la gestión administrativa
La pandemia de COVID-19 puso a prueba a la administración como pocas crisis lo habían hecho antes. En cuestión de semanas, millones de personas pasaron al trabajo remoto y las instituciones tuvieron que rediseñar procesos enteros para sostener la operación en medio de la incertidumbre.
Lo que antes se planificaba para un horizonte aún lejano se adelantó sin mucha preparación; los planes estratégicos caducaban de un día para otro, y el valor real estaba en la capacidad de reaccionar de manera inmediata.
El proceso administrativo se vio especialmente alterado, porque la planificación, tradicionalmente considerada el punto de partida, perdió estabilidad.
La dirección tuvo que enfocarse más en la comunicación clara y en la confianza con los equipos, mientras que el control dejó de centrarse en la supervisión directa para priorizar resultados verificables que mantuvieran a flote a la organización.
La pandemia también aceleró la adopción de tecnología. Herramientas de colaboración en línea, sistemas en la nube y plataformas de gestión digital dejaron de ser complementos para convertirse en la columna vertebral de la operación, pero no todos los colaboradores estaban instruidos en tales herramientas, por lo que tuvieron que aprender sobre la marcha.
En el momento fue caótico, pero desde la superación de la pandemia, puede apreciarse que este fenómeno impulsó la transformación digital para organizaciones que durante años habían postergado estos cambios.
Sin embargo, el aprendizaje más profundo fue humano. Los líderes que mostraron empatía y flexibilidad lograron mantener cohesionados a sus equipos a pesar de la distancia. La crisis evidenció que cuidar la salud física y emocional de los colaboradores es una condición para la continuidad de cualquier empresa.
Sostenibilidad y responsabilidad social
El modelo de crecimiento basado en la sobreproducción, el consumo acelerado y el uso intensivo de recursos dejó el cambio climático, el agotamiento ambiental y amplias desigualdades sociales que afectan la vida cotidiana en todo el planeta.
Como consecuencia, las compañías comenzaron a incorporar prácticas ecosostenibles como parte de su estrategia central. En muchos casos es un gesto altruista, pero es también una necesidad para responder a marcos regulatorios más estrictos y mantener legitimidad frente a consumidores informados.
Las acciones son diversas:
- Reducir emisiones
- Optimizar recursos
- Adoptar energías renovables
- Promover la diversidad en sus plantillas
- Invertir en comunidades locales.
Todo esto se refleja en reportes de sostenibilidad y en la incorporación de indicadores ESG (Environmental Social Governance), que hoy acompañan las métricas financieras en las juntas directivas para superar estrictos controles de calidad.
Muchos líderes empresariales se han dado cuenta de que, por las condiciones aleatorias a las que se enfrentan las industrias, la actualización es siempre necesaria.
En esa formación continua, los programas de especialización han incorporado nuevas dimensiones: visión integral, pensamiento estratégico, resiliencia, gestión emocional, ética y dominio tecnológico.
La administración en la actualidad demanda líderes capaces de leer la complejidad, innovar con criterio y cuidar tanto a los equipos como a los recursos de su entorno. El verdadero desafío es asumir la gestión como un aprendizaje constante, donde cada crisis es también una oportunidad para crecer y redefinir el rumbo.
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Referencias
- Bernal Magaña, J. (2017). Principios básicos de administración. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Zaragoza.
- Chiavenato, I. (2006). Introducción a la teoría general de la administración (7.ª ed., C. L. de la Fuente Chávez & E. L. Montaño Serrano, Trads.). McGraw-Hill/Interamericana Editores.
- Hamel, G. (2007). The Future of Management. Harvard Business School Press.
- Jones, G. R., & George, J. (2016). Administración contemporánea (6.ª ed.). McGraw-Hill Education.
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