Es bien sabido que centrarse en la adquisición de clientes y ofrecer un servicio distintivo y de calidad es prioritario para un gran número de empresas, pero la meta definitiva a la que aspiran muchas de ellas es la estabilidad financiera.
A final de cuentas, no basta con desarrollar ideas sostenibles y garantizar satisfacción al consumidor; si estos esfuerzos no se dirigen hacia una cumbre más alta que asegure su prosperidad más allá de los objetivos inmediatos, el rendimiento no brindará un aporte real.
Es por esto que contar con finanzas saludables representa una aspiración tan crítica para perdurar, así como para tener una base firme que permita crecer progresivamente.
¿En qué, entonces, radica la estabilidad financiera de una organización?
Estabilidad financiera: ¿en qué consiste?
La solidez deseada en la dimensión financiera de cualquier negocio equivale a su capacidad para superar con éxito cualquier obstáculo económico a enfrentar en el corto, mediano y largo plazo.
Dicho potencial depende principalmente de tres aspectos:
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Liquidez:
La posibilidad de cubrir deudas en plazos cortos, con un vencimiento menor a los doce meses.
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Solvencia:
La capacidad para realizar pagos y saldar las deudas en plazos largos (y también en cortos).
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Rentabilidad:
La eficacia de una empresa para obtener ganancias y producir beneficios a través de la gestión adecuada de sus propios recursos.
Si bien la rentabilidad sirve de cimiento para las otras dos, cada aspecto es necesario para los negocios que buscan la firmeza proyectada. Por otro lado, la liquidez está incluida en la solvencia, pues poder manejar gastos en un periodo extendido generalmente implica poder hacerlo también en la prontitud.
Sin embargo, esto aún no nos explica cuáles son los factores esenciales para conseguir los tres y qué medidas pueden seguirse para alcanzarlos.
Los factores de estabilidad financiera
Cada organización que ha vencido los desafíos y tomado las medidas apropiadas para lograr la estabilidad financiera ha forjado su propio camino. Pero aunque los factores detrás de ella pueden estar sujetos a debate, existen puntos en común en cada uno.
Estas cualidades tan críticas se resumen en las cuatro facetas que aquí exponemos:
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Medición adecuada de KPIs
Poder prever futuras estimaciones de ingresos y disponer de acceso a un panorama preciso de rendimiento en las finanzas es un conocimiento inestimable para tomar decisiones óptimas.
De tal manera, llevar una medición rigurosa de los KPIs más importantes (indicadores clave de rendimiento) permite ambas posibilidades, atisbar el futuro con certeza y tener un seguimiento suficientemente claro del desempeño pasado.
Los KPIs con mayor relevancia para cumplir tal objetivo son:
- Margen de beneficio neto
- Ciclo de conversión de efectivo
- Relación de deuda a capital
- Índice de capital de trabajo
Es indispensable que la medición sea constante y se revise con regularidad que permita para corregir el curso vigente.
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Eficacia en la gestión del flujo de caja
Ya sea bimestral, trimestral, semestral o anualmente, respaldar todo tipo de gastos e imprevistos es un factor esencial de solidez financiera.
Para afianzar esta liquidez se necesita una gestión impecable del flujo de caja. Más allá de la variabilidad en el capital obtenido a lo largo de los meses, trazar y actualizar con exactitud las entradas y las salidas de efectivo en un periodo determinado es una práctica inmejorable.
La anticipación y el control que aporta no es sinónimo de abundancia en sí, pero sí de confianza.
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Enfoque en inversiones estratégicas
Desde relaciones productivas con proveedores habituales hasta la optimización continua de procesos y el apoyo de personal eficiente contribuyen de forma significativa a una economía empresarial fuerte.
Aunque su impacto es más indirecto, a menudo estos elementos tienen un peso tan esencial como la consecución de activos o la gestión de capital. En última instancia, al ser elegidos con cuidado reducen la necesidad de recurrir a gastos inútiles en distintas áreas organizacionales.
Así, por ejemplo, ciertos proveedores ofrecen más flexibilidad o descuentos sustanciales dentro de sus planes; del mismo modo, invertir en tecnología o equipo de punta puede implicar ahorros cuantiosos en cuanto ayuda a superar percances en la infraestructura o la cadena de suministro.
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Planificación de contingencia
Finalmente, a sabiendas de que hoy en día las fluctuaciones económicas abruptas se han vuelto la norma en varios países, la planificación de contingencia también se ha convertido en un recurso de primera importancia para muchas empresas.
En esos casos, la estabilidad se deriva asimismo de la habilidad para hacer frente a los riesgos con las reservas adecuadas de dinero, así como de un liderazgo capaz de saldar cuentas imprevistas y tomar decisiones prudentes ante los golpes inflacionarios.
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Además de los factores enlistados, se precisa de una administración experimentada y una visión financiera adaptable para sortear los retos que puedan surgir en diferentes contextos.
Los resultados de trabajar para llegar a ese punto, se traducen en la perdurabilidad de los proyectos, la capacidad para crecer sostenidamente y la reducción de los riesgos inherentes al emprendimiento y la innovación.
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