En el lenguaje cotidiano, los verbos “ser” y “existir” suelen utilizarse de manera intercambiable. “Que algo sea” y “que exista algo” parecen, a simple vista, expresar ideas similares.
Por ejemplo, la famosa frase de Descartes “Cogito, ergo sum” se traduce comúnmente al castellano como “Pienso, luego existo”, cuando una traducción más fiel sería “Pienso, por lo tanto, soy”. ¿Hay diferencia?
En el marco de la tradición metafísica, los términos “ser” y “existir” poseen significados distintos y profundos que han ocupado un lugar central en las reflexiones filosóficas desde la antigüedad hasta el pensamiento contemporáneo.
Comprender esta distinción, además de enriquecer nuestro vocabulario, amplía nuestra visión sobre los principios fundamentales de la realidad y de lo que hay en ella. ¿Quieres saber a qué nos referimos? A continuación, te lo explicamos:
Ser y existir. Diferencia etimológica y conceptual
Comencemos por la diferencia más evidente; las palabras. “Ser” proviene del latín esse, y es la afirmación de aquello a lo que se alude como categoría ontológica o de realidad.
Para ilustrarlo, pensemos en la oración “El mundo es”. Lo que hace el verbo “ser” aquí es afirmar el mundo. Si decimos “El mundo es semiesférico”, afirmamos la cualidad semiesférica del mundo.
De “ser” se deriva otro término clave: essentia (esencia), que refiere la naturaleza de aquello que es, su principio fundamental. Una cualidad esencial del mundo es ser semiesférico. Como es posible apreciar, esta entonces remite a su ser.
Por otro lado, “existir” procede del latín existere o exsistere, compuesto por el prefijo ex- (que indica “fuera de”) y sistere (“estar” o “permanecer”), lo que sugiere la acción de manifestarse, estar fuera o salir a la luz. El mundo existe, por eso puede percibirse e interactuar con otros objetos que, a su vez, existen.
Mientras que “ser” apunta hacia aquello que constituye la naturaleza fundamental de algo, “existir” introduce una dimensión vinculada a la presencia concreta en la realidad objetiva.
Lo que han dicho algunos filósofos
En la filosofía antigua, Parménides fue uno de los primeros en abordar la cuestión del ser. Para él, el ser es lo que es y no puede no ser; tiene la característica de inmutabilidad, eternidad y absolutez.
Aristóteles, en cambio, considera que el ser no se limita a una definición unívoca, sino que se dice de muchas maneras.
Por ejemplo, está el ser como sustancia (naturaleza o principio), el ser como atributo (el gato es naranja), como acto (Sócrates es) y como potencia (la semilla es un árbol en potencia), donde la potencia es algo que aún no es, pero puede ser o está en camino de ser en acto.
Por otro lado, pensaba que la existencia es una consecuencia de la combinación de materia y forma en los entes individuales (hilemorfismo), lo que otorga una dimensión concreta frente a una abstracta.
En este punto, entendemos por ente como todo aquello que realiza la acción de ser. Si los entes son materiales, entonces, no sólo son, sino que, además, existen.
Con el advenimiento de la modernidad y la filosofía contemporánea, la reflexión sobre ser y existir adquirió nuevas dimensiones. Martin Heidegger, en su obra “Ser y tiempo”, rescató la pregunta por el ser (“¿Qué es el ser?”), que a su juicio había quedado olvidada.
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Para este filósofo alemán, el “ser” no es un ente más, sino la condición de posibilidad de que algo sea comprendido como ente.
Para decirlo de otra manera; podemos entender al ser como la primera y absoluta acción. No debe confundirse con aquello que realiza la acción de ser (el ente).
En cambio, “existir” se reserva para el ser humano (Dasein), quien se caracteriza por su capacidad de preguntarse por el sentido del ser. La existencia humana implica un compromiso con el mundo y con su propio devenir, lo que la distingue de la mera presencia de los objetos inertes.
Una diferencia en apariencia sutil, pero de gran importancia
En síntesis, para algunos filósofos, mientras que “ser” alude a la esencia afirmativa de la realidad, “existir” enfatiza la presencia concreta y manifestada en el tiempo y el espacio.
El “ser” está relacionado con lo universal y lo permanente, mientras que “existir” se ocupa de lo particular y lo contingente. Esta distinción permite abordar cuestiones filosóficas desde ángulos complementarios, lo que abre puertas a reflexiones tanto ontológicas como fenomenológicas.
De esta manera, podemos ver con otros ojos la afirmación de Descartes. Pienso, por tanto, soy, me dice que basta el acto de pensar para darme cuenta de que soy, porque no se puede pensar sin ser, aunque no haga falta una existencia concreta.
Sin embargo, desde otra perspectiva acorde con la postura de Heidegger, pensar, y por ello dar cuenta de mi ser, también sería existir, puesto que pienso sobre mi condición de ser. Pienso, soy y existo. ¿O tú qué piensas?
Reflexionar sobre la diferencia entre ser y existir tiene profundas implicaciones para la metafísica, la ontología y otros campos del pensamiento.
En la ética, por ejemplo, distingue entre lo que las personas son y lo que realizan en su existencia concreta. En la epistemología, ayuda a clarificar cómo concebimos la realidad y nuestras categorías de pensamiento.
Comprender estas nociones nos invita a cuestionar nuestras ideas más básicas sobre el universo y reconocer la riqueza del lenguaje filosófico y las complejas capas de significado que subyacen en conceptos que usamos diariamente.
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