Cuanto más consumimos, más sufre el planeta. El suelo es despojado de sus nutrientes, los bosques talados y los minerales extraídos de la tierra dejan enormes agujeros donde poca vida puede sobrevivir.
Los recursos que usamos regresan a la tierra como desechos químicos, pilas de vertederos y emisiones de carbono que están precipitando el clima al desastre. Al mismo tiempo, una gran cantidad de personas batallan para conseguir los recursos suficientes para vivir una vida digna.
Y, sin embargo, políticos y economistas de todo el mundo elogian el consumo como el motor económico clave para que nuestras economías puedan prosperar. Sin consumo, se piensa, no hay posibilidad de crecimiento económico.
Todo ello indica por qué algunos economistas están comenzando a cuestionarse si debe perseguirse en absoluto este crecimiento.
Reacción al PIB
Nuestra obsesión por el crecimiento económico -medido por el PIB y del cual el consumo es un componente principal- es responsable de la pobreza, la desigualdad y el desastre ecológico.
Federico Demaria, catedrático de ciencia medioambiental en la Universitat Autònoma de Barcelona, piensa que el PIB en sí mismo no es un indicador preciso de progreso, ya que conduce a un aumento en el uso de materiales y energía.
A lo largo de los últimos años, las preguntas sobre la utilidad del PIB han surgido en diversos medios y se han planteado una serie de índices alternativos que dan cuenta de aspectos como el bienestar y la felicidad.
Renunciar al crecimiento podría parecer una propuesta radical. Pero el argumento de que nuestro sistema económico actual necesita una reforma completa se encuentra obteniendo cada vez más aceptación.
Un informe científico propiciado por la ONU en el 2018 implicó que las economías han agotado la capacidad de los ecosistemas planetarios para manejar los desechos generados por el uso de energía y materiales.
Este problema requeriría un cambio en el que la actividad económica adquirirá no se abocará al crecimiento económico, sino a la reconstrucción de la infraestructura y al uso de combustibles con una carga radicalmente menor sobre los ecosistemas naturales.
Muchas fuentes argumentan que el crecimiento puede "desvincularse" de la extracción interminable de materias primas y la contaminación del medio ambiente. Desvincular el crecimiento económico del uso desmedido de recursos es uno de los desafíos más críticos que enfrenta la humanidad, según el mismo informe.
Diseñar sistemas saludables
Un modelo para abordar tal desafío es la economía circular, de acuerdo con la Ellen MacArthur Foundation, "diseña la producción de desechos" y reduce el consumo de energía mediante la reutilización y el reciclaje, de modo que la actividad económica ya no degrade el planeta, sino que reconstruya el estado general del sistema.
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En opinión de Jyrki Katainen, ex-vicepresidente de una de las ramas de la Comisión Europea, la transición a una economía circular es una gran oportunidad para transformar la economía.
Katainen cree que con la población mundial en aumento se ejerce una presión cada vez mayor sobre la tierra, el agua, los alimentos, las materias primas y la energía, por lo que no puede confiarse ya en un enfoque de “tomar, fabricar, usar y tirar”.
Esto no significaría sacrificar el crecimiento económico. Según él, muchas industrias se han dado cuenta de que proceder de la manera correcta en realidad les ahorra dinero a largo plazo, les permite invertir para el futuro y generar nuevos empleos.
Un cambio de valores
Pero a pesar de las políticas que alientan a empresas y consumidores a reutilizar los recursos en lugar de consumir más, incluso los productos que se basan en materiales reciclados también recurren al uso de recursos vírgenes. Además, hasta ahora, constituyen una proporción muy pequeña de cuanto consumimos.
Sin embargo, la disminución en el consumo no será compatible con un sistema que exija que compremos tanto como sea posible para mantener las fábricas en funcionamiento, los trabajadores empleados y las inversiones rentables.
Pero, ¿cuál es la alternativa? Demaria plantea que no debemos abandonar por completo el crecimiento económico, pero sostiene que puede contemplarse una reducción gestionada de la economía que priorice una mayor igualdad y bienestar humano y ecológico.
Los programas de asistencia, el intercambio comunitario, el voluntariado, la innovación de código abierto y una satisfacción general apoyada en valores humanos más intrínsecos: todos estos factores tienen un papel que desempeñar.
De acuerdo con un informe encargado por la ONU hace dos años, el capitalismo, al menos en su forma actual, no está a la altura de la tarea de abordar el cambio climático, pues una reducción significativa en el grado de emisiones es casi imposible debido a los altos niveles de consumo en nuestra actualidad.
Quizás la pregunta correcta no sea si la economía puede sobrevivir a la muerte del consumismo, sino si el sistema económico que tenemos es uno por el que estaríamos dispuestos a sacrificar el planeta.
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