Para continuar con la preparación académica y profesional al término de la licenciatura, existen dos principales opciones: el diplomado y la maestría. ¿Cuál elegir?
No es una respuesta fácil y no debe ser contestada de manera intuitiva. Por el contrario, la persona que se hace esta interrogante lo que busca es claridad para poder tomar la mejor decisión con base en sus condiciones y en lo que es mejor para su trayectoria profesional.
Algunos lo plantean como una jugada de posicionamiento profesional. Otros, como un cálculo frío de retorno de inversión. Y todos, sin excepción, quieren asegurarse de no frenar su crecimiento por una decisión mal tomada.
En este sentido, la percepción común sobre el diplomado es que es un “trampolín inmediato” para crecer laboralmente; en cambio, una maestría es para quien quiere realizar el doctorado o asumir posiciones directivas y, aunque promete mayores beneficios, implica un camino largo de estudio académico.
¿Quieres saber cuál es el mejor en tu caso particular? A continuación, aclararemos el panorama general sobre el posgrado en construcción y las ventajas y desventajas de cada alternativa para que tu decisión sea la más acertada.
Un título oficial no es solo un papel
Crecer dentro de una empresa constructora o escalar hacia posiciones de liderazgo no depende de un “papel”, es mucho más que eso, es conocimiento teórico y práctico, es desarrollo de habilidades y un procedimiento que avala que posees todos estos elementos.
Un diplomado otorga una constancia y está enfocado en la actualización o profundización de conocimientos en un área específica. Por esta razón, es de corta duración.
Una maestría provee un título oficial que legalmente valida tu preparación como especialista de alto nivel y requiere más tiempo y dedicación para que adquieras los aprendizajes que la constituyen.
Esta diferencia, aunque pueda parecer técnica, tiene las siguientes implicaciones en el campo laboral:
- Muchas vacantes de Dirección de Proyectos, Dirección de Construcción o Gerencias Generales solicitan, por norma interna o legal, un posgrado formal.
- Recursos humanos priorizan perfiles con grado de maestría sobre otro tipo de certificaciones y constancias.
- El grado académico funciona como credencial que avala las aptitudes para ingresar a roles estratégicos, consultorías de alto nivel o docencia universitaria.
El diplomado como desarrollo técnico
Ahora bien, no todos los profesionales están en una etapa en la que una especialización profunda sea lo más conveniente. Hay quienes necesitan aplicar conocimientos técnicos en un proyecto que está por iniciar o en el que se encuentran ya. En estas situaciones, el diplomado es la opción indicada.
La estructura corta a media (que usualmente abarca de 3 a 6 meses) permite enfocarse en un saber específico, como Lean Construction, planeación de obra, gestión BIM o presupuestación avanzada. Así, un diplomado puede ser especialmente útil cuando:
- Ya trabajas en el campo y necesitas estrategias para optimizar un proceso técnico.
- Buscas dominar una herramienta, metodología o técnica puntual.
- No puedes comprometerte con programas de larga duración por carga laboral.
- Si tu objetivo es fortalecer tu puesto actual, más que cambiar de nivel jerárquico.
Al cursarlo, el propósito es actualizarse o perfeccionar competencias específicas que pueden aplicarse de inmediato. No otorga grado académico, pero sí certificación de actualización profesional.
La maestría y el crecimiento integral
Si el diplomado ayuda a potenciar la dimensión técnica, la maestría está diseñada para promover el crecimiento integral del perfil profesional, ya que entre sus objetivos se encuentran adquirir el conocimiento técnico junto con pensamiento estratégico, liderazgo y gestión organizacional.
Este tipo de formación promueve habilidades que el mercado actual valora cada vez más debido a la evolución tecnológica, la importancia de la gestión emocional y la aplicación de soluciones creativas ante escenarios y problemas complejos.
Algunas de las competencias que apuntan a solventar estas necesidades son:
- Visión directiva: vincular cada decisión con el impacto en la rentabilidad, la operación y la sostenibilidad de la empresa.
- Gestión de personas y recursos: liderar equipos multidisciplinarios con resiliencia y ejemplo, así como optimizar procesos con enfoque organizacional.
- Capacidad de innovación: incorporar metodologías como Lean Construction, Gemelos Digitales o Industria 4.0 para transformar procesos con ayuda de las nuevas tecnologías.
- Pensamiento crítico aplicado: diseñar soluciones con fundamento técnico, legal, ético y financiero.
En síntesis, la maestría reconfigura la manera en que un profesional asume su rol en el campo profesional para adquirir un perfil de corte más estratégico que técnico.
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Factor económico
Uno de los factores que más pesan en esta decisión es el salario. Un posgrado suele aumentar el ingreso promedio de un profesional en la industria de la construcción respecto a los que tienen licenciatura.
Es cierto que los puestos directivos son en gran medida reservados para quienes tienen mayor experiencia y estudios de maestría, aunque no es una condición rígida.
La idea es que, si quieres alcanzar posiciones de liderazgo estratégico que suelen tener mejor percepción económica, tendrás más oportunidades al optar por un posgrado de mayor profundidad.
La razón es sencilla: una maestría amplía tu conocimiento técnico, pero también desarrolla habilidades enfocadas a la gerencia. Módulos como administración estratégica, finanzas aplicadas a la construcción y gestión de talento humano son parte de la formación.
No existe una norma universal que obligue a tener maestría para dirigir una empresa constructora, pero en la práctica, muchas empresas, especialmente en el sector público y en corporaciones transnacionales, establecen como requisito un título de cuarto nivel para acceder a posiciones estratégicas.
El famoso “techo de cristal” en este sector suele aparecer en la transición de jefe de obra o gerente de proyecto a director general o director de operaciones. La experiencia pesa, pero sin grado formal, muchas puertas pueden cerrarse.
Esto no significa que un diplomado no sirva para crecer, pero sí que su alcance tiene límites. La experiencia y la capacidad de asumir el rol son lo realmente importante, tanto para llegar a la dirección como para mantenerla.
¿Es necesaria la experiencia previa?
Lo que detiene a muchos jóvenes licenciados a iniciar un posgrado de larga duración es el temor de sacrificar la experiencia profesional por el estudio.
Un título sin experiencia de campo puede volverse un arma de doble filo: te abre puertas, pero también puede generar dudas en compañías que valoran más la ejecución que la teoría. Antes de invertir en una maestría, conviene evaluar:
- Si ya tienes la base práctica necesaria para liderar.
- Si tu objetivo es formarte como estratega sin haber sido ejecutor.
- Si estás dispuesto a complementar la maestría con práctica laboral paralela.
Para muchos recién egresados, la mejor alternativa es comenzar con experiencia operativa o un diplomado corto, y más adelante invertir en una maestría cuando sea solicitada.
Sin embargo, hay una tercera vía que puede dar solución al dilema: estudiar una maestría con enfoque práctico y vínculos empresariales que aseguren posicionamiento al egresar. Desafortunadamente, son pocas las instituciones que ofertan este tipo de maestrías.
Tiempo: el recurso invisible
El tiempo es un recurso que también hay que considerar con cuidado. Un diplomado dura entre 3 y 6 meses, y generalmente su carga horaria es manejable para combinarlo con trabajo a tiempo completo.
Una maestría, en cambio, puede extenderse de 18 a 24 meses y exige dedicación constante: proyectos, seminarios, tesis y, en algunos casos, hasta cursos propedéuticos. Esto no significa que sea imposible de cursar trabajando, pero obliga a considerar una planificación realista y cuidadosa con mayor compromiso.
Muchos profesionales optan por maestrías en modalidad a distancia o semipresencial, pero estas modalidades difícilmente brindarán un enfoque práctico.
Antes de tomar tu decisión, responde con honestidad estas preguntas:
- ¿Busco mejorar mi desempeño actual o escalar a un nuevo nivel de jerarquía?
- ¿Puedo comprometerme a estudiar entre 12 y 24 meses?
- ¿Necesito un título oficial de cuarto nivel para alcanzar mis metas?
- ¿Prefiero una solución inmediata o una inversión a largo plazo?
Si la mayoría de tus respuestas apuntan a inmediatez y practicidad, un diplomado probablemente sea una mejor opción. Si, en cambio, tu mirada está puesta en la dirección estratégica, el liderazgo y el crecimiento sostenido, la maestría es la ruta más conveniente. La decisión final más que una cuestión meramente académica es cuestión de estrategia.
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