Contrariamente a lo que se cree de manera popular, varios investigadores académicos también buscan desempeñarse como emprendedores o, bien, lo son.
Los académicos están posicionados para ser los líderes de pensamiento en el siglo XXI. Así, han contribuido a descubrir posibilidades para curar el cáncer, identificado nuevas fuentes de energía y mejorado nuestra experiencia cotidiana al crear tecnología más pequeña y más rápida.
En muchos casos, ha dejado de ser regla general la búsqueda unidireccional de un título avanzado con el fin de obtener un trabajo bien remunerado en una institución segura.
Sin embargo, existe un doble problema al respecto: en primer lugar, durante años las instituciones académicas han hecho caso omiso de objetivos como la venta de productos, los proyectos lucrativos y la promoción de plataformas personales.
Las universidades simplemente no saben cómo poner en práctica el espíritu empresarial. Han batallado por décadas para encontrar un sistema capaz de alentar la innovación en los investigadores.
En segundo lugar, la mayoría de profesionales con títulos de posgrado no tienen el valor de trascender el ámbito académico. Dicho estilo de vida los ha acostumbrado a creer que las habilidades comerciales no son importantes y se contraponen con los valores universitarios.
En la presente lectura queremos compartir 3 formas en que los investigadores pueden beneficiarse de un espíritu de emprendimiento:
1. Promover nuevos enfoques y redirigir la academia
En lugar de tratar de integrar a personas con talento único en un sistema que se ha modificado muy poco en el último siglo, las universidades deberían promover intereses profesionales alternativos.
Los límites entre academia, industria y mundo empresarial se están difuminando. La academia no únicamente necesita aceptar esto, sino adaptarse a ello. De asumir esta meta, podría considerarse el espacio ideal para aprender a iniciar y administrar negocios a través de la investigación.
El propósito de la academia debería ser promover el desarrollo no sólo profesional, sino también en innovación y la ideación de productos y servicios.
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2. Desafiar la mentalidad de rebaño
A la mayoría de académicos se les desalienta de trabajar en industrias alternativas. Pero debería capacitarse a los investigadores para perseguir fines comerciales en conjunto y cimentar una presencia profesional, tanto en línea como físicamente, así como hacer conexiones en distintas redes industriales.
Hoy por hoy, la conectividad equivale a conocimiento. Los investigadores deben situarse a la vanguardia en la economía de la conectividad si pretenden darle un nuevo aliento a las universidades.
3. Modificar los métodos de financiación
En muchas ocasiones, las subvenciones más fructíferas son aquellas con un mayor potencial de aplicación, es decir, las que pueden convertirse en productos y servicios que mejorarán nuestra calidad de vida.
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Pero un grupo pequeño de revisores y funcionarios eligen cuáles de éstas serán financiadas y, a veces, las decisiones tienen una motivación política y no se basan en el bienestar social.
Todo indica que no falta demasiado tiempo para que la financiación en el área de investigación se conceda mediante crowdsourcing. La academia debería fijar su mira en esta tendencia y comenzar a verse a sí misma como una plataforma que la facilite.
Es evidente que el mundo se encuentra en un estado de cambio. Las instituciones que no consigan adaptarse a la velocidad del mismo serán reemplazadas por otras más eficientes. La academia sólo sobrevivirá si logra configurarse bajo un modelo que estimule el emprendimiento.
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