La lectura rápida es una habilidad que nos permite leer mucho más rápido sin que perdamos detalles. En realidad, no es un superpoder que sólo pocas de nosotros podemos tener. Es, de hecho, una habilidad que puede aprenderse.
Las jóvenes suelen tener tres hábitos que pueden frenar su lectura. Una vez que los han reconocido y se dan cuenta de qué los ocasiona, pueden superarlos. Esto también les servirá a futuro, y en la universidad, en donde tendrán que leer una gran cantidad de textos.
Puede decirse que no existen los malos lectores, sólo personas con malos hábitos de lectura. Ya que hayas identificado los hábitos que están frenando tu velocidad de lectura, se te facilitará leer más rápido.
1. Primer mal hábito: subvocalización. La subvocalización se refiere a “la vocecita en nuestra cabeza” que usamos de vez en cuando al leer. Desde pequeñas, a muchas se nos ha enseñado a leer en voz alta y, conforme vamos creciendo, leemos dentro de nuestras cabezas.
¿Por qué representa un problema? Debido a que la velocidad promedio del habla es de 100 a 160 palabras por minuto, nuestra velocidad de lectura se ve afectada. Si deseamos leer más rápido, debemos empezar a ver las palabras en lugar de escucharlas.
Cómo cambiarlo: Un truco fácil consiste en presionar la punta de la lengua contra el paladar mientras leemos. Esto evitará que pronunciemos las palabras sin querer y también implica una distracción para nuestro cerebro.
También podemos intentar escuchar música clásica o instrumental mientras leemos. Esto puede ayudar a silenciar nuestra voz interior de lectura “en voz alta” y un estado propicio para la concentración.
2. Segundo mal hábito: regresión. La regresión se da cuando llegamos al final de una página o a la mitad de un artículo y nos damos cuenta de que no hemos asimilado lo leído. Tenemos, entonces, que regresar y empezar de nuevo. Esto puede suceder una y otra vez.
La razón de esto no está en la falta de comprensión, sino en la falta de concentración. Aunque quizá pensemos que hemos estado leyendo con atención, nos hemos distraído.
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Cómo cambiarlo: Podemos comenzar por reavivar nuestro interés por lo que estamos leyendo. Cuando nuestro cerebro divaga, es porque nos hemos vuelto pasivas. Necesitamos ser curiosas.
Debemos ser activamente inquisitivas. Hacernos preguntas como: "¿Qué significa esto?" ¿Quién es este personaje?" "¿Qué estoy buscando?" y "¿Qué palabras y conceptos clave debo encontrar?" También puedes detenerte cada pocos minutos y preguntarte: "¿Qué he aprendido hasta ahora?"
Otro método para abordar este problema se llama deslizamiento. Usando un objeto como una tarjeta de crédito o un sobre, cubre las oraciones tan pronto como las leas. Mueve el objeto cobertor hacia abajo en la página (o dispositivo) a medida que vayas avanzando.
Lo mejor de este método es que nos quita la red de seguridad para volver a leer la oración (que recién hemos leído), lo que significa que debemos prestar atención a la oración que estamos leyendo porque sabemos que no podremos regresar.
Una estrategia final es externa: elige un entorno que te permita concentrarte bien.
Tercer mal hábito: fijación. Los puntos de fijación son los puntos en la página o en la pantalla en los que nuestros ojos se enfocan mientras leemos. Podemos terminar demorándonos de manera inadvertida en lugares aleatorios, lo cual frenará nuestra velocidad.
Cómo cambiarlo: Usa el dedo o cualquier herramienta para señalar las oraciones a medida que las vayas leyendo, esto entrenará tus ojos para que sigan moviéndose. Puede ser un bolígrafo o el cursor de la pantalla (en caso de que estés en un dispositivo).
Esto tiene dos beneficios principales: Uno, nos permite mantener nuestro ritmo de lectura. A menudo, cuando leemos, no nos damos cuenta de cuán rápido o lento lo hacemos hasta que es demasiado tarde. Dos, anima a nuestros ojos a que lean más rápido porque nos vemos obligadas a hacerlo de forma acelerada.
Al implementar estos hábitos podrás incrementar tu velocidad de lectura. Del mismo modo en que cambiamos nuestra velocidad al caminar según la situación, podemos ajustar la forma en que leemos dependiendo de si es por placer o por necesidad. Entonces, cuando te decidas a leer por placer, podrás apreciar más la lectura.
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