Cuando decimos que alguien tiene un fuerte sentido de integridad, queremos decir que es una persona honesta, recta y moral. Cuando hablamos de la integridad de una cosa, nos referimos a su fuerza, pureza o plenitud. Así, la integridad también implica que uno se halle motivado por un propósito auténtico y puro.
Para mantener nuestra integridad -completo, indiviso e incorruptible nuestro carácter moral- tenemos que comprender y mantener una sólida conexión con nuestros valores e ideales.
¿Por qué es tan importante la integridad moral en la adolescencia?
Preservar nuestra integridad moral nos confiere fortaleza para enfrentar desafíos, defender nuestra rectitud cuando nos tienta la inmoralidad, ser honestas cuando podemos caer en duplicidad. La integridad es esencial para el éxito en la vida.
Y protegerla es fundamental para amarnos a nosotras mismas, sobrellevar cualquier adversidad física o emocional, ayudar a los demás e influir en el mundo de una manera sustancial y positiva.
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El carácter moral de las personas es imprescindible, sin importar que los medios de comunicación u otras personas intenten convencernos de lo contrario. Considera los siguientes ejemplos:
- Importa que nos mantengamos fieles a nuestra palabra. Cuando le decimos a alguien que haremos algo, debemos hacerlo; de lo contrario, no somos confiables ni dignas de confianza.
- Importa que actuemos con moralidad. Si consumimos drogas, bebemos o nos involucramos con personas que ponen en riesgo nuestros valores, comprometemos la integridad de nuestro cuerpo y nuestros principios.
- Importa que seamos honestas y éticas. Podría resultarnos más fácil mentir unas cuantas veces cuando es difícil decir la verdad. Pero posteriormente tendremos que seguir recordando las mentiras que hemos dicho. Con el tiempo, podríamos quedar atrapadas en nuestras propias mentiras.
Por definición, las mentiras no son ciertas. Sin embargo, la búsqueda de todo gran pensador es: "¿Qué es la verdad?"
Cuando comprometemos nuestra integridad moral, realmente decidimos engañarnos y socavar nuestra propia fuerza.
Decidimos fundamentar nuestras vidas en principios fugaces -aunque sea por un momento-, que no serán un apoyo a lo largo de nuestras vidas. Dicho de otro modo, la falta de integridad tiene repercusiones ahora o en un futuro. Con frecuencia, “tomar atajos” puede causarnos daño irreparable.
Si burlamos los desafíos difíciles al evitarlos o al hacer trampa para superarlos, en última instancia nos debilitaremos y nos privaremos de valiosas experiencias de aprendizaje que nos equiparán para manejar cualquier reto que pudiera presentársenos.
En cierto sentido, allanamos el camino para el fracaso, que nunca es ineludible. No estamos obligadas a engañar o a comprometer nuestra integridad, incluso aunque la presión social para hacerlo fuera enorme o nuestras expectativas de éxito material, económico o personal parecieran imposibles de lograr sin hacer trampa.
Lo único que en realidad no podemos evitar es la libertad que tenemos de elegir nuestras acciones y hacer frente a las consecuencias de las mismas. Esto debería ser suficiente para sentirnos motivadas a preservar nuestra integridad moral a toda costa, ¡lo cual puede ser un descubrimiento sin par!
Lo que verdaderamente importa en la vida de las personas, lo único que conforma el carácter de un individuo, no es lo que dice, sino lo que hace día tras día. Y el hecho de que decidamos ceñirnos a nuestros principios, moralidad, rectitud y plenitud nos libera de angustia, culpa, confusión y duplicidad.
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